Dios no ha cambiado

Crisis es una palabra trillada. Significa cambio, transición. El diccionario dice que es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación.

Pero aun con todos los cambios que están teniendo lugar en nuestro mundo, algunas cosas no han cambiado. Algunas siguen igual. La Biblia dice: «En aquella ocasión, su voz conmovió la tierra, pero ahora ha prometido: “Una vez más haré que se estremezca no solo la tierra, sino también el cielo”. La frase “una vez más” indica la transformación de las cosas movibles, es decir, las creadas, para que permanezca lo inconmovible» (Hebreos 12:26-27).

Siempre tengo eso en cuenta en cada país que visitamos, y hasta ahora hemos estado predicando el Evangelio en más de ochenta países. Cada vez que me levanto a predicar el Evangelio, sé que ciertas cosas no han cambiado.

En primer lugar, no ha cambiado la naturaleza de Dios. Dios todavía es soberano. El diablo solo puede hacer lo que Dios le permite. Hay un misterio de desobediencia, un misterio de iniquidad que no comprendemos totalmente y que no entenderemos plenamente sino hasta que estemos delante de Dios. Él dijo: «Yo, el Señor, no cambio» (Malaquías 3:6, NVI). La Biblia también dice: «Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta» (Números 23:19, RVA60). «No hay mudanza, ni sombra de variación» en Dios, dijo Santiago (Santiago 1:17).

Dios es inmutable en su santidad y en su exigencia de santidad e integridad en nuestra vida. «Santo, santo, santo
es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir» (Apocalipsis 4:8, NVI).

Dios es inmutable en su juicio. El Señor juzgará toda la tierra. «Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”» (Mateo 7:22-23).

Dios lee el corazón. Jesús dijo: «Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado» (Mateo 12:36). Lo invito a meditar en ello.

Dios es inmutable en su amor. «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).

Piense en eso también. Cristo murió por nosotros mientras éramos pecadores: «Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios» (2 Corintios 5:21).

Dios es amor; Él es inmutable en su amor. Dios dio a su Hijo por nosotros en la cruz y lo resucitó de entre los muertos.

En segundo lugar, no solo la naturaleza de Dios no cambia, sino que tampoco cambia la Palabra de Dios. En los primeros años de mi vida tuve algunas dudas sobre la Palabra, pero una noche de 1949 me arrodillé ante el tocón de un árbol en los bosques cercanos a Forest Home en California. Abrí mi Biblia y dije: «Oh Dios, hay muchas cosas en este libro que no entiendo, pero lo acepto mediante la fe como tu Palabra infalible, desde Génesis hasta Apocalipsis». Tomé esa decisión, y desde aquel momento en adelante no he tenido nunca ni una sola duda de que esta es la Palabra de Dios. Así que cuando cito la Biblia, cuando la predico, sé qué estoy predicando la verdad de Dios.

Eso le da autoridad al ministerio. No está basado en lo que alguien dice sobre la Biblia. No está basado en algún libro que yo haya leído. Está basado en la fe en Dios. Nadie puede cambiar eso.

En tercer lugar, la naturaleza humana no ha cambiado. Jeremías dijo: «Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?» (Jeremías 17:9).

La gente trata de descubrir qué pasa con la raza humana. ¿Qué pasa con las pandillas de algunas de nuestras ciudades? ¿Qué provoca todos los asesinatos, todos los suicidios y todas las demás cosas terribles acerca de las cuales leemos todos los días en los periódicos?

Hoy en día , el corazón del hombre es como siempre ha sido. El hombre está en rebelión contra Dios y tiene una enfermedad llamada pecado. El pecado está en todos nosotros.

Recuerdo que una vez en Africa yo iba a predicarle a un pequeño grupo de personas de una tribu. Me habían advertido que esa tribu no había escuchado mucho del evangelio, y quise presentar un mensaje evangélico sencillo. Así que prediqué sobre Juan 3:16 de la manera más simple que pude. Tratando de explicar Juan 3:16, empleé todas las ilustraciones en las que pude pensar que harían más claro el mensaje. Y varias personas manifestaron que querían recibir a Cristo.

El domingo siguiente fui a predicar en la iglesia parroquial de Great St. Mary en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, y pensé: «Voy a hacer una prueba. Voy a predicar en Cambridge el mismo sermón sencillo que le prediqué a la tribu africana». Y así lo hice. Ese domingo muchos de los estudiantes llegaron a conocer a Cristo como Señor y Salvador. Era una simple exposición sobre Juan 3:16. Sí, el corazón humano es igual en todas partes.

En cuarto lugar, el método de salvación no ha cambiado. El mismo mensaje que siempre ha transformado vidas sigue transformando vidas hoy. Leemos en Hechos 4:12: «De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos».

«Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Ese versículo fue una piedra de tropiezo para mí por mucho tiempo. Medité acerca de que en ese versículo Jesús está diciendo: «Yo soy la personificación de toda verdad: la verdad científica, la verdad teológica y la verdad filosófica». Mediante la fe acepté que Él es lo que dice ser: el Camino, la Verdad y la Vida. Y nadie puede ir al Padre si no es por medio de Jesucristo.

Quizás usted tenga un pecado que necesita confesar. Tal vez necesita recibir a Jesucristo en su corazón como su Señor y Salvador. Es posible que necesite estar dispuesto a renunciar a algo que Dios ha señalado y sobre lo que Él le ha dicho: «Si quieres tener plena comunión conmigo, eso tiene que desaparecer».

¡Dios no ha cambiado!

«En aquella ocasión, su voz conmovió la tierra, pero ahora ha prometido: “Una vez más haré que se estremezca no solo la tierra, sino también el cielo”. La frase “una vez más” indica la transformación de las cosas movibles, es decir, las creadas, para que permanezca lo inconmovible» (Hebreos 12:26-27).

«Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente» (v. 28).

«…porque nuestro “Dios es fuego consumidor”» (v. 29).

¡Dios no ha cambiado!

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