Cuando la muerte se lleva a un ser querido

Si alguna vez has pasado por un momento de duelo, conoces la agonía que lo acompaña. Sientes que tienes el corazón roto y te invaden olas de desesperación. El duelo por la pérdida de un ser querido es un viaje que cada persona debe recorrer individualmente, no obstante, debemos recordar que Dios ha prometido acompañarnos paso a paso.

Ciclo de sanación

La aflicción y el duelo a menudo vienen en olas de dolor que solo reducen su intensidad cuando tiene lugar el proceso de «ciclo de sanación». Los siguientes son elementos naturales de este ciclo:

  • Conmoción inicial ante la muerte: ese intenso impacto emocional que a veces deja un sentimiento de parálisis.
  • Flujo de emociones: una temporada a menudo caracterizada por el llanto.
  • Soledad y depresión: sentimiento de pérdida, a menudo relacionado con el grado de dependencia con respecto a la persona fallecida.
  • Culpabilidad: un sentimiento caracterizado por pensamientos que giran en torno a «¿Qué podría haber hecho para evitarlo?», «Podría haber hecho más» o «Debería haber hecho algo de otra manera».
  • Ira, hostilidad: en este periodo, las personas batallan con preguntas difíciles, tales como «¿Por qué Dios permitió que muriera?» o «¿Por qué Dios no respondió a mi oración?».
  • Depresión: una abrumadora sensación de apatía y reticencia a seguir con las actividades de la vida. «No puedo seguir» o «No quiero seguir viviendo».
  • Descubrir y procesar la pérdida: temporada en la que nos damos cuenta de los muchos papeles que la persona tenía en tu vida y que pueden hacerse evidentes solo con el tiempo.
  • Agradecimiento: apreciar los buenos recuerdos, el buen regalo que fue la vida de la persona fallecida.
  • Retorno gradual a la esperanza: sensación de que la vida continuará. «Seré capaz de salir adelante», «Dios me está ayudando» o «Ahora mi ser querido está mejor».
  • Volver a la normalidad: elegir vivir el siguiente capítulo de la vida. Esto no es lo mismo que olvidar, sino aceptar.

Una experiencia universal

Es sano llorar y afligirse. Dios quiere llevar junto con nosotros nuestras penas y pérdidas, y brindarnos su consuelo, esperanza y aliento.

Si conoces a Jesucristo y le has confiado tu vida, puedes saber que Él te sostendrá aún en medio de tu dolor. Confiar en Él significa que:

  • Viviremos eternamente aunque muramos físicamente (Juan 11:25-26).
  • Tenemos vida eterna (Juan 3:16).
  • Tenemos un lugar asegurado en el Cielo (Juan 14:1-6).
  • Participaremos en la resurrección corporal (1 Corintios 15:51-52). Y algún día habrá una gloriosa reunión entre nosotros y otros creyentes a quienes apreciamos.

Cómo seguir adelante después del duelo

  • Si nunca has explorado lo que significa encontrar la profunda satisfacción y el propósito en una relación con Jesús, hoy puedes tomar esa decisión. Si ya le has entregado tu vida a Jesucristo, haz que tu relación con Él sea lo primero en tu vida.
  • Permítete experimentar el dolor y el ciclo de curación.
  • Reconoce a Cristo como tu compañero constante. Busca en Él el verdadero consuelo y la paz para tu vida.
  • Sé sincero sobre cómo te sientes. Puede expresar sentimientos de culpa, ira, confusión o desesperación.
  • Ten un corazón agradecido por los años de amor compartidos durante la vida de tu ser querido. Cree en la promesa de una vida eterna por venir.
  • Tiende la mano para ayudar a otros que están sufriendo. Esto puede ser una gran terapia y le ayudará a aprender a vivir plenamente de nuevo.

Ayudar a las personas en duelo

Muchas veces, los cristianos sienten que deben encontrar la manera de «animar» a una persona afligida o encontrar las palabras para decir algo espiritualmente profundo. La verdad es que no necesitamos tener una respuesta para todo, sino admitir que en realidad no entendemos completamente a Dios ni el por qué detrás de sus decisiones. 

Si la persona en duelo parece abrumada por la pérdida, sería de gran utilidad que le ayudes a desarrollar un sistema de apoyo. Una persona que ha pasado por un duelo puede tener muy bajos niveles de energía o una capacidad limitada de planificar. En la medida de lo posible, ayúdalos a restablecer contactos con otros seres queridos, a involucrarse en una iglesia que enaltece a Jesús y su Palabra, o a que participen en un grupo de apoyo de duelo.

Si la persona en duelo expresa culpa por algún aspecto de la pérdida, anímala a no caer en depresión, sino a llevar sus remordimientos al Señor. 

Cómo ayudar a una persona en duelo

  • Ora por la persona. Busca oportunidades para orar cuando estén juntos, pero también ora en privado.
  • Anima al doliente a buscar a Dios. Si este es un concepto nuevo para la persona, invítala a estudiar la Biblia contigo.
  • Anima a la persona a mantener o desarrollar un sistema de apoyo en una comunidad cristiana.
  • Ofrece tu presencia y un oído atento en su vida diaria.
  • No evites decir el nombre de la persona fallecida. Los recuerdos le ayudarán a la persona como parte del proceso de sanación. No tengas miedo a las lágrimas.
  • Ayuda a llevar a cabo tareas prácticas.
  • Anota la fecha del fallecimiento de la persona. Durante los próximos meses, en ese día del mes, hazle saber a la persona que te acuerdas de ella.
  • Prepara una lista de las Escrituras que se relacionan con la situación de la persona. (Considere los Salmos 23, 25, 27, 71 y 91).

Palabras bíblicas de aliento

  • «Entonces Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11:25-26).
  • « Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia… Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor» (Filipenses 1:21, 23).
  • «Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Apocalipsis 21:4).