Hambre de la Palabra de Dios

Un observador casual podría pensar que los cristianos en nuestra cultura tienen más peso y vitalidad que nunca. Es cierto que la nación está salpicada de costa a costa con megaiglesias, a pesar de una cultura secular cada vez más hostil a la verdad bíblica. Hay pastores que atraen a 20 000 personas cada semana a escenarios tipo estadio y que tienen millones de seguidores en las redes sociales. En el ámbito político, los evangélicos son vistos como un poderoso bloque de votos.

Sin embargo, la triste realidad es que el mundo ha tenido mucha más influencia en la iglesia que viceversa, debido a que las iglesias evangélicas de hoy copian con entusiasmo las modas y absorben las opiniones de la cultura popular. Esto ha hecho que nuestro testimonio colectivo ante el mundo sea casi totalmente ineficaz.

«Cuando la intolerancia hacia la verdad crece, la necesidad de que los predicadores abran la Biblia y declaren sus verdades con valentía es mayor que nunca. Las iglesias que bajan el tono del mensaje para acomodarse al espíritu de la época están jugando el juego del enemigo».

Increíblemente, muchos líderes evangélicos insisten en que lo que se necesita es aún más de lo mismo. Un popular libro para pastores sugiere incluso que, en el actual clima político, la peor manera posible de empezar un sermón es pidiéndole a la gente que abra sus Biblias.

Algunos cristianos de hoy actúan como si se avergonzaran de la Biblia. El pastor principal de una de las mayores iglesias de Estados Unidos sugirió recientemente que los cristianos deberían dejar de decir: «La Biblia dice…». Después de todo, dijo, es un texto antiguo y la mayoría de la gente de hoy no lo toma en serio. Insiste en que guiar a la gente a la Biblia solo hace que nuestro mensaje suene menos persuasivo e irremediablemente irrelevante.

Ese es un sinsentido diabólico. La Biblia en sí misma es eternamente aplicable, y es infinitamente más pertinente para los asuntos de la vida y la piedad que el humor moderno, las referencias a la cultura pop, los análisis literarios, los vídeos virales o cualquiera de los otros trucos que la gente de hoy en día tiende a considerar como herramientas necesarias y de «relevancia» espiritual.

Más aún, la idea de que las iglesias están dando a su gente demasiadas Escrituras es el colmo del absurdo. Los cristianos de hoy en día están desnutridos bíblicamente, y mucho. La escasez de predicación bíblica es la razón número 1 por la que el movimiento evangélico está tan anémico espiritualmente.

Una advertencia bíblica

La Biblia predijo tiempos como estos. El Antiguo Testamento incluye esta profecía: «Vienen días —afirma el Señor omnipotente—, en que enviaré hambre al país; no será hambre de pan ni sed de agua, sino hambre de oír las palabras del Señor» (Amós 8:11).

El apóstol Pablo también previó una época que se caracterizaría por una grave escasez de la Palabra de Dios. Predijo que llegaría un tiempo en el que algunas personas en la iglesia «… no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos» (2 Timoteo 4:3-4, LBLA).

Pablo podría estar hablando de nuestra generación. La predicación está en declive de manera importante. Numerosas iglesias —incluidas varias de las congregaciones evangélicas más grandes y con la mejor mercadotecnia— han relegado el ministerio del púlpito a un estatus de segunda clase. 

En los casos en los que se sigue predicando, la predicación es breve, superficial, y rara vez bíblica. La tendencia avanza hacia prédicas temáticas centradas en problemas de actualidad, relaciones humanas, éxito y autoayuda, recuperación de adicciones o incluso temas aún más ligeros: charlas TED para los santos. La predicación de la Palabra de Dios nunca ha estado más fuera de temporada o de estilo.

Entonces, ¿cuál es la respuesta?

Predicar la Palabra

Prestemos atención a este detalle: la estrategia que Pablo recomienda a Timoteo, su joven protegido, no tiene nada que ver con la búsqueda de medios más inventivos o entretenidos para tratar de llegar a una nueva generación. De hecho, la respuesta de Pablo fue una reafirmación directa e inequívoca de la primacía y centralidad de la Biblia.

Las Escrituras son, después de todo, la Palabra de Dios. Por lo tanto, la Biblia ha de ser proclamada sin miedo y con fidelidad, independientemente de cómo soplen los vientos de la moda en un momento dado: «Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar» (2 Timoteo 4:2).

«Predica la palabra». Es significativo que esas conocidas palabras aparezcan en el versículo inmediatamente anterior a la advertencia profética de Pablo sobre la gente que se niega a escuchar la Palabra de Dios. Eso significa que, antes de mencionar que se avecinaba un tiempo de destierro y hambruna, Pablo le había dicho claramente a Timoteo lo que debía hacer al respecto. La Biblia es la única fuente de alimento espiritual que la gente necesita.

Pero, ¿funciona?

Pablo reconoció en otra parte que, desde una perspectiva mundana, la predicación parece una estrategia insensata para llegar a un mundo hostil a la verdad de Dios. Predicar la Biblia a personas que no tienen gusto por la Palabra de Dios es prácticamente el polo opuesto de ser «sensible con el que busca la verdad», y eso no era menos cierto en la época de Pablo que en la nuestra: «Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles» (1 Corintios 1:22-23).

Pero Pablo dice que la estrategia de Dios para llegar a este mundo es más sabia que los hombres en toda su supuesta sabiduría: «Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen» (1 Corintios 1:21).

De hecho, esta es la única estrategia que realmente funciona: y siempre funciona. Dios mismo dice: «Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos» (Isaías 55:11).

Estas son palabras especialmente importantes para nuestra generación, porque vivimos en una época de intensa y creciente hostilidad hacia la Biblia. No faltan estrategas e innovadores en la comunidad evangélica que piensan que tienen mejores maneras de llegar a la cultura que predicando la Palabra de Dios.

Pero la respuesta es más y mejor predicación bíblica; no predicación más corta, más ligera o menos sermones; y ciertamente tampoco es entretenimiento en lugar de instrucción y exhortación de las Escrituras. «El evangelio… es poder de Dios para la salvación» (Romanos 1:16). La astucia humana y las tácticas más hábiles de relaciones públicas no serán jamás un sustituto, por mucho que tales cosas consigan cosechar elogios de la cultura secular o de la gente que asiste a la iglesia ansiosa de que les rasquen las orejas.

Además, la Palabra de Dios correctamente enseñada es más emocionante, relevante, oportuna y aplicable a cada corazón y vida que cualquier mensaje sustituto de autoestima, autoayuda o motivación humana.

Consejo para estos tiempos difíciles

Hablando de «relevancia», la correspondencia de Pablo con Timoteo incluye una serie de advertencias que son inquietantemente apropiadas para la iglesia de hoy. En Primera de Timoteo 4:1, el apóstol escribe: «El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas». Luego, en Segunda de Timoteo 3:1, añade: «Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles». Luego, el capítulo final de la última epístola que Pablo escribió incluye el pasaje en el que advierte una vez más sobre las personas que «… no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos (…) apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos» (2 Timoteo 4:3-4, LBLA).

«La Palabra de Dios correctamente enseñada es más emocionante, relevante, oportuna y aplicable a cada corazón y vida que cualquier mensaje sustituto de autoestima, autoayuda o motivación humana».

Observe la progresión. Primero, Pablo dijo que vendría un tiempo en que la gente se apartaría de la fe. Luego le advirtió a Timoteo que vendrían tiempos peligrosos para la iglesia. Aquí sugiere que vendrá un tiempo en el que incluso la gente de la iglesia no soportará la sana doctrina, sino que deseará que se le rasquen las orejas.

En tales tiempos, la predicación bíblica clara es aún más vital. Cuando la intolerancia hacia la verdad se acentúa, la necesidad de que los predicadores abran la Biblia y declaren sus verdades con valentía es mayor que nunca. Las iglesias que bajan el tono del mensaje para acomodarse al espíritu de la época están jugando el juego del enemigo. 

El rascado de orejas es lo opuesto a lo que Pablo quería que hiciera Timoteo. Cuando la opinión popular exige predicadores que sean agradables al gusto de la audiencia, los líderes fieles de la iglesia no deben capitular a estas demandas.

Alimentar los apetitos de enseñanza simplista y antibíblica conduce inevitablemente a la catástrofe espiritual. Las personas que anhelan mensajes que les hagan sentir bien siempre se alejan de la verdad y se pierden en los mitos. Su propio rechazo deliberado a escuchar la verdad los lleva previsiblemente al error.

No solo para los pastores

El último encargo de Pablo a Timoteo establece claramente el programa principal de la iglesia para todos los tiempos. Apenas dos capítulos antes de decirle a Timoteo «predica la palabra», el apóstol había instruido a su protegido para que se asegurara de transmitir todo lo que había aprendido de Pablo a las futuras generaciones de líderes de la iglesia: «Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros» (2 Timoteo 2:2).

Por lo tanto, el deber de cada líder de la iglesia hoy es claro. Nuestra vocación no es dirigir seminarios de autoayuda ni ser oradores de motivación. Nuestra responsabilidad más importante es proclamar la Palabra de Dios.

Por supuesto, ese es también el deber de todo cristiano, no solo de los pastores y líderes de la iglesia. La Gran Comisión de Cristo es un mandato para hacer discípulos, y la Escritura es la herramienta necesaria para cumplir esa tarea. Así que cada cristiano, en cualquier esfera de influencia que Dios nos haya puesto, tiene un mandato de Cristo mismo para proclamar la Palabra de Dios a un mundo hambriento de escuchar su verdad.  

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Esta es una traducción del artículo publicado en inglés en la revista Decision en Octubre de 2019.

A menos que se indique lo contrario, las citas de las Escrituras están tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. 

John MacArthur es el pastor de la Iglesia Grace Community Church en Sun Valley, California, y rector de la Universidad y Seminario The Master’s. Su predicación se escucha en todo el mundo a través del ministerio Grace to You [enlace en inglés]. 

©2019 Grace to You.