Cuando miras a tu alrededor en el mundo actual, o quizá incluso en tu propia vida, ¿has notado lo difícil que es encontrar la paz? A medida que nos acercamos al final de 2022, nos encontramos sumidos en altos niveles de ansiedad, miedo y estrés. Todo lo contrario a la paz.
Y no es de extrañar. Gran parte del mundo sigue batallando con problemas económicos. Abundan la violencia, los conflictos y las catástrofes naturales. Aquí, en Estados Unidos, estamos experimentando una inflación histórica y los precios de la gasolina siguen muy altos. Muchas empresas grandes están anunciando despidos en vísperas de la Navidad, y muchos están muy angustiados por sus gastos y su futuro.
El ambiente político también es muy tenso. La división y el discurso airado llenan las ondas de radio y las redes sociales. Se siente como si los cimientos morales de nuestra nación se estuvieran desmoronando, y la verdad de Dios estuviera siendo eliminada de casi todos los ámbitos de nuestra cultura. No es sorpresa que no podamos encontrar la paz.
Pienso que la paz se presenta de tres formas:
En primer lugar, está la paz emocional. Esta es una lucha importante para muchas personas en estos momentos. Estamos preocupados (o quizá francamente enfadados) por lo que ocurre en nuestras vidas, nuestras familias y nuestro mundo. Nuestros corazones no están tranquilos.
En segundo lugar, está la paz física. Y esta se nos escapa cuando nuestra salud o integridad están en vilo, y tememos que la enfermedad o el daño puedan sobrevenirnos. Puede que tú te encuentres en esta situación. Quizá estés preocupado por tu bienestar o el de tu familia en estos días difíciles.
Por último, está la paz espiritual. Este tipo de paz solo podemos obtenerla verdaderamente cuando tenemos la certeza de nuestra posición eterna en la presencia de Dios. Debemos llegar a comprender que hay algo más en la vida que el dolor que nos aflige actualmente. La paz espiritual —que solo se encuentra en una relación personal con Jesús— te ayuda a tener paz emocional y física mientras pones tu mirada en la esperanza eterna de Cristo en un mundo caído y sumido en el pecado.
Te animo a que te tomes un momento y consideres la paz que Cristo trajo al mundo.
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Setecientos años antes del nacimiento de Jesucristo, Dios predijo la venida de su Hijo, el «Príncipe de Paz» (Isaías 9:6). De hecho, las primeras palabras pronunciadas desde el Cielo a los habitantes de la Tierra tras el nacimiento de Jesús fueron: «No teman» (Lucas 2:10). Esta misma multitud de ángeles proclamó a los pastores: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14, RVR95).
Del mismo modo que la vida y el ministerio de Jesús comenzaron con proclamaciones de paz, algunas de sus últimas palabras a sus discípulos tenían el mismo enfoque: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27, NVI).
A través de Jesús, podemos tener paz al saber que el Cielo nos espera. Aunque luchemos contra las duras realidades de la vida y muchas dificultades que intentan robarnos la paz emocional y física, cuando conocemos a Jesucristo como Señor y Salvador, Él nos da su paz. Es un gozo eterno que nos ayuda a poner nuestros ojos en Él y a no fijarnos tanto en nuestras pruebas temporales.
Cuando el mundo intenta dar o encontrar paz, esta es temporal y efímera, y a menudo depende de la comodidad material, las emociones o las relaciones. Pero Jesús, el Príncipe de Paz, ofrece paz perfecta, duradera y eterna a todo aquel que le invoque como Salvador. No necesitamos estar preocupados ni tener miedo porque sabemos que estamos en sus manos.
En esta época navideña, es probable que haya muchas cosas que nublen tu mente y tu corazón, desde los retos de la vida diaria hasta penas verdaderamente desgarradoras. Es posible que sientas que tu paz emocional y física está bajo ataque.
Dondequiera que te encuentres, Jesús quiere encontrarse contigo allí y ofrecerte su paz espiritual y su perspectiva eterna. Tómate un tiempo para buscar a Dios en oración y poner tus ojos en el nacimiento de Jesús, en tu relación personal con Él y en el gozo perfecto que Él te ofrece hoy.
Cristo trajo la paz a este mundo, y está dispuesto a concedértela a ti también, gratuitamente.