«Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido».
Salmo 71:18
Al mirar hacia los meses y años que vienen, me pregunto: ¿mejorarán las cosas? ¿Volveremos a la normalidad? ¿Qué les deparará el futuro a mis nietas, una de las cuales sueña con ser arquitecta, otra con ser abogada internacional y otra que quiere ser una magnífica estilista, maquilladora y madre?
Como ni tú ni yo tenemos idea de lo que nos depara el futuro, lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos y nietos es enseñarles acerca de Aquel que sostiene el futuro.
A menudo me preguntan cómo me enseñaron mis padres y cómo influyeron en mi fe. Es difícil destacar una o dos cosas porque todo lo que hicieron, y todo lo que fueron, tuvo un impacto en mi vida.
Mirando hacia atrás, recuerdo a mi madre reuniendo a casi todos los que estaban en la casa para las devociones matutinas. Ella leía una porción de las Escrituras, oraba, y luego nos enviaba a comenzar nuestro día.
Nunca disfruté de estos momentos porque parecían añadir a la presión de tratar de juntar mis libros y papeles, mientras me arreglaba el pelo antes de salir corriendo a la escuela. Siempre parecía que me faltaba tiempo. PERO, con su ejemplo, ella me enseñó la importancia de la lectura diaria de la Biblia y la oración, preferiblemente por la mañana.
Mi padre, en cambio, casi nunca estaba con nosotros durante el desayuno o cuando salíamos corriendo por la mañana. Él dirigía las devociones por la noche. Me encantaba cuando lo hacía porque leía una porción de las Escrituras y entonces se detenía y hacía preguntas. Comentábamos al respecto. Con su ejemplo me enseñó, no solo a leer la Biblia, sino a pensar en lo que estaba leyendo.
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El ejemplo de mis dos padres me ha acompañado toda la vida. Hasta el día de hoy, leo mi Biblia y oro todas las mañanas, y dedico tiempo a meditar y pensar en lo que estoy leyendo.
Estoy eternamente agradecido con mis padres y abuelos porque, con sus palabras y su ejemplo, me enseñaron a anclar mi fe en la Palabra de Dios. Como resultado, cuando era todavía una niña, puse mi fe en la Palabra de Dios que me decía que era una pecadora, que el Hijo de Dios había venido a ser mi Salvador, y que a través de la fe en Él podía ser perdonada, recibir la vida eterna y nacer de nuevo en su familia.
Mi fe permanece firmemente anclada aun cuando hoy en día el mundo está cayendo en espiral a gran velocidad. Sé que estoy eternamente segura, independientemente de lo que ocurra, ya sea el cáncer, la muerte, la COVID, la guerra, la inflación, la cultura de la cancelación, la tensión racial… y la lista continúa. Es esta bendita certeza que tengo para siempre lo único que quiero que tengan mis nietas.
Si tú y yo no transmitimos la verdad que conducirá a la siguiente generación a la fe, ¿quién lo hará? ¿Se extinguirá la fe sincera, auténtica y vibrante en nuestra generación? La respuesta depende de ti y de mí. Así que planta tu fe en la Palabra de Dios, y luego compártela con la próxima generación.
Sabemos que hay muchos de ustedes que no tuvieron padres o abuelos fuertes en la fe; por este motivo, mi hija Rachel-Ruth y yo queremos compartir con ustedes algunas de las lecciones que aprendimos en nuestro hogar. Nuestra sincera oración es que nuestro libro disponible en inglés Jesus Followers: Real Life Lessons to Ignite Faith in the Next Generation [Seguidores de Jesús: Lecciones de la vida real para encender la fe en la próxima generación] sea un recurso para usted, así como una fuente de abundantes bendiciones.