Lectura bíblica: 1 Corintios 12:12-26
El fútbol americano es considerado por muchos como el deporte más popular de Estados Unidos, y tengo que admitir que disfruto al ver a mi equipo salir al campo y jugar contra sus rivales de división. Es emocionante observar todo lo que sucede, desde la forma en que los cinco jugadores de la línea ofensiva trabajan al unísono, hasta la coreografía de los backs defensivos y los apoyadores mientras recorren la secundaria.
En otros deportes, parece que una superestrella puede llevar al éxito a todo un equipo, pero el fútbol americano es diferente. Un mariscal de campo no sirve de nada si sus receptores no pueden retener el balón, y un corredor no puede llegar muy lejos sin una línea ofensiva que le abra camino. Los jugadores son interdependientes. Se necesitan mutuamente y deben funcionar juntos dentro de un sistema.
De vez en cuando pienso en esto cuando observo la iglesia del Nuevo Testamento tal como se describe en 1 Corintios 12:12-26. Si la iglesia local quiere ser un instrumento del Señor, entonces necesita funcionar de la manera que Él la ha diseñado, es decir, como un cuerpo. El apóstol Pablo llama nuestra atención sobre algunas cosas importantes acerca de la participación en una iglesia.
En primer lugar, debemos darnos cuenta de que nos necesitamos unos a otros para llevar a cabo lo que hemos sido llamados a hacer (1 Corintios 12:12-19). Cuando los equipos salgan al campo, habrá once hombres alineados juntos. Si solo dos o tres salen a jugar mientras el resto se queda sentado en la banca, perderían el partido. Si la mitad de la plantilla se queda de pie con las manos en la cadera, todo el equipo saldrá muy malparado.
Del mismo modo, los miembros de la Iglesia se necesitan mutuamente como partes de un mismo cuerpo. En la iglesia de Corinto, algunos de los miembros pensaban que eran demasiado insignificantes para ser utilizados dentro de la congregación. No obstante, Pablo argumenta que es Dios quien ha dispuesto a cada uno de los miembros para su propósito y le ha dado a cada uno sus talentos. Cada miembro, por lo tanto, es importante y necesario porque Dios mismo ha equipado a ese creyente para algún tipo de servicio dentro del cuerpo.
En segundo lugar, debemos darnos cuenta de la interdependencia de cada miembro (1 Corintios 12:20-25). Así como un esquinero depende del ala defensiva para presionar al mariscal de campo, cada miembro del cuerpo depende de los otros miembros para cumplir su función. Los ojos tienen una responsabilidad, y es diferente de la función de los dedos. Aunque cada miembro del cuerpo de la iglesia es independiente, dependen unos de otros para trabajar juntos con eficacia.
En tercer lugar, debemos compadecernos unos de otros, porque cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre (1 Corintios 12:26). Los que ven el fútbol americano con regularidad están familiarizados con la triste escena que a menudo tiene lugar cuando se produce una lesión importante: los jugadores se arrodillan alrededor del herido mientras oran y muestran preocupación. Cuando sus compañeros de equipo sufren, ellos también sufren. Por el contrario, cuando el mariscal de campo establece un récord de pases, el equipo celebra el logro junto con él. Del mismo modo, el cuerpo de Cristo llora y celebra unido en las buenas y en las malas, porque siente el dolor y el gozo de los demás en un sentido casi literal.
La próxima vez que veas un partido de fútbol americano, presta atención a todas estas partes móviles y a la interconexión del equipo mientras todos se esfuerzan por alcanzar un objetivo. Luego, considera tu servicio en el cuerpo de tu iglesia. Aunque en verdad me gusta mucho el fútbol americano, el cuerpo de Cristo, es eternamente más importante en un mundo que necesita desesperadamente al Salvador.
¿Cuál es tu papel en el cuerpo de Cristo?
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Lectura bíblica: 1 Corintios 12:12-26, NVI
12 De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo.
13 Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o no, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
14 Ahora bien, el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos.
15 Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo.
16 Y si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo.
17 Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato?
18 En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció.
19 Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo?
20 Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.
21 El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito».
22 Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables,
23 y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Además, se trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables,
24 mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían,
25 a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros.
26 Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él.