Lectura bíblica: Hebreos 3:7-19
«¿Alguna vez te pones nervioso antes de predicar frente a grandes multitudes?». Esta es una pregunta que me hacen con frecuencia en entrevistas con los medios de comunicación. Yo les respondo con sinceridad, diciendo: «Sí, siempre». Sin embargo, no es el tamaño de la audiencia lo que me afecta.
Como evangelista, me tomo muy en serio el compartir la Palabra de Dios y la esperanza de Jesucristo. Desde mi punto de vista, la eternidad está en juego cada vez que tengo la oportunidad de predicar. Mi oración constante es que el Espíritu Santo hable a través de mí, y que yo no sea piedra de tropiezo. Cuando digo que estoy nervioso, es porque siempre quiero comunicarme con la mayor claridad posible, y nunca decir nada que pueda hacer que alguien se aleje de Jesús.
Cuando la eternidad está en juego —la diferencia entre el Cielo y el infierno— no me ando con rodeos. La gente necesita saber que ambos son lugares reales, y que la diferencia entre estar destinado al uno o al otro recae en entregar la vida a Jesús. No hay término medio con Cristo. Si no estás con Jesús, estás en su contra.
Francamente, darle la espalda a Jesús tiene implicaciones muy reales no solo para la eternidad, sino también para tu vida aquí en la tierra. Si lees Hebreos 3:7-19, verás cuatro consecuencias serias de ignorar a Cristo.
Cada consecuencia es en realidad un paso en una progresión que te lleva cada vez más lejos de Dios:
Paso 1
Separación de Dios (v. 12). Dios es la Verdad, y cuando dejamos de creer en la verdad, entonces seguimos una mentira. La mentira y la verdad son opuestas por naturaleza. En un sentido muy real, nuestro pecado nos aparta de Dios.
Paso 2
Caemos víctimas del pecado (v. 13). Al permitir que el pecado nos aparte de Dios, comenzamos a ser víctimas del «engaño del pecado». En pocas palabras, el pecado es engañoso. El pecado se enmascara y nunca se presenta como realmente es. Debido a que estamos separados de Cristo, nuestros corazones se enfrían y nos dejamos engañar por el pecado.
Paso 3
Nuestros corazones se endurecen (v. 15). A medida que el veneno del pecado atraviesa nuestra alma, nuestros corazones —que alguna vez fueron suaves y tiernos— se vuelven espiritualmente callosos, como piel dura y muerta. Cuando nos dejamos engañar por el pecado una y otra vez, y nos alejamos de Dios, ya no somos capaces de sentir su impulso o guía en nuestras vidas.
Paso 4
Nos volvemos rebeldes contra Dios (v.15). Cuando permitimos que nuestros corazones insensibles vivan sin control, abrazando el pecado en vez de sentir convicción a causa del mismo, estamos realmente en un estado de rebelión contra Dios (v. 15). Este corazón rebelde nos hace pecar más contra Dios, y Dios no lo tolerará. El resultado es la muerte espiritual.
Como ven, amigos, hay ramificaciones y consecuencias por nuestra desobediencia a Cristo, tanto en este mundo como en la eternidad. ¡Pero hay Buenas Noticias! No tienes que vivir una vida de insensibilidad y rebelión. Servimos a un Dios de segundas oportunidades, y aún hoy tu corazón puede ser ablandado. No importa dónde hayas estado o lo que hayas hecho, puedes entregarle tu vida a Él y comenzar una relación con Jesús. Él está listo para recibirte con los brazos abiertos.
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Lectura bíblica: Hebreos 3:7-19, NVI
7 Por eso, como dice el Espíritu Santo:
«Si ustedes oyen hoy su voz,
8 no endurezcan el corazón
como sucedió en la rebelión,
en aquel día de prueba en el desierto.
9 Allí sus antepasados me tentaron y me pusieron a prueba,
a pesar de haber visto mis obras cuarenta años.
10 Por eso me enojé con aquella generación,
y dije: “Siempre se descarría su corazón,
y no han reconocido mis caminos”.
11 Así que, en mi enojo, hice este juramento:
“Jamás entrarán en mi reposo”».
12 Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo.
13 Más bien, mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado.
14 Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.
15 Como se acaba de decir:
«Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan el corazón
como sucedió en la rebelión».
16 Ahora bien, ¿quiénes fueron los que oyeron y se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés?
17 ¿Y con quiénes se enojó Dios durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron?
19 Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad.