Lectura bíblica: 1 Pedro 2:11-12, NVI
He notado una tendencia en los últimos años.
Antes, si un cristiano se daba cuenta de que no estaba de acuerdo con lo que la Biblia llama pecado, simplemente se alejaba de la fe. Si querían vivir la vida según sus propias reglas sin estar anclados a las verdades de la Palabra de Dios, se separaban y dejaban de llamarse cristianos.
Sin embargo, últimamente, he notado que un número de celebridades, políticos, atletas e incluso conocidos cercanos toman la decisión de disfrutar de las cosas del mundo, pero todavía reclaman el Nombre de Cristo. Para hacer esto, a menudo escogen un versículo de la Biblia que sienten que respalda su postura, o tuercen las Escrituras para hacer que digan algo que no dicen.
Incluso pueden ser analfabetos bíblicos, pero en su mente, han convertido a Jesús o a la Biblia en una especie de entidad que apoya el pecado. Después de todo, si Dios es amor, razonan, Él debe amar todo lo que ellos hacen.
Voy a dejar esto claro: ¡El pecado importa!
¿Y qué es el pecado? «Las obras de la carne se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y hechicería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, desacuerdos, sectarismos y envidia; borracheras, orgías y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios» (Gálatas 5:19-21, NVI).
Sí, Jesús pagó el precio de tu pecado en la cruz, y como seguidor suyo ya no caminas en la vergüenza y la culpa, sino en la plenitud de Cristo. Aun así, como hijos de Dios, se nos llama repetidamente a lo largo de las Escrituras a buscar la justicia y a apartarnos de los placeres del mundo. ¿Por qué? Porque el pecado sigue teniendo un costo espiritual.
El apóstol Pedro, en su primera carta (1 Pedro 2:11-12), nos dice por qué es importante apartarse de los deseos de este mundo.
En primer lugar, sencillamente, debemos dar la espalda a los malos deseos porque la Biblia nos llama a hacerlo. Pedro dice: «Les ruego que… se aparten de los deseos pecaminosos» (v. 11). Si realmente somos seguidores de Jesús y buscamos una relación con Él, entonces debemos prestar atención a la Palabra de Dios. Pedro nos está dando el mandamiento de vivir una vida de transformación en Jesús.
Cuando pecamos, hay perdón. Sin embargo, pecar no debe ser nuestra norma. No debemos permanecer en pecado o «andar en tinieblas» (1 Juan 1:6). Nuestro deseo debe ser seguir la Palabra de Dios y su justicia.
En segundo lugar, debemos abstenernos de los placeres del mundo porque somos «extranjeros y peregrinos» (v. 11), simplemente de paso hacia nuestro verdadero y eterno hogar. En la zona donde yo vivo, recorrer el Sendero de los Apalaches es todo un evento. Es un arduo viaje de más de 3000 kilómetros (2000 millas).
Cuando una persona recorre el sendero, no se preocupa por lo que ocurre en las comunidades circundantes (de las que no es ciudadano), ni acumula cosas que le supongan una carga innecesaria. Tiene un solo objetivo, y sus ojos están fijos en el mismo.
Lo mismo ocurre con nosotros. Somos ciudadanos del cielo. No debemos sumergirnos en los placeres de este mundo, ni agobiarnos con los asuntos de este mundo, porque entorpecen nuestro caminar con Dios. Por el contrario, debemos acercarnos cada vez más a Dios y seguir sus directrices.
En tercer lugar, debemos abstenernos de estos deseos carnales porque «combaten contra el alma» (v. 11). Uno de los principales objetivos en cualquier guerra es causar bajas en el bando contrario. Incluso para los seguidores de Cristo, hay una batalla en curso, con Satanás tratando de dañarnos espiritualmente. Estos deseos malignos buscan destruir tu testimonio, tu carácter, tu familia y tu ministerio. Por tanto, debemos huir de tales cosas.
Finalmente, debemos alejarnos de tales deseos porque hacerlo nos da la oportunidad de servir de testimonio vivo a los demás (v. 12). Cuando los incrédulos ven que vivimos al margen de las trampas de este mundo, se preguntan qué nos hace diferentes.
Siempre he dicho que no se puede vivir una vida lo suficientemente buena como para salvar a nadie. Sin embargo, puedes buscar a Dios de tal manera que otros vean tu fe, y esto te dará la oportunidad de compartir la esperanza que hay en ti (1 Pedro 3:15).
Amigos míos, es un grave error tomar el pecado a la ligera, o creer la mentira de que como Cristo ya murió por nuestro pecado, no hay consecuencias para nuestras acciones. Hay costos espirituales y eternos (sin mencionar los físicos) que tendremos que pagar cuando ignoramos la guía de Dios a través de su Palabra. Más bien, te animo a que te aferres a Cristo y profundices tanto en la Biblia que puedas distinguir la verdad de la mentira.
Entonces sigue a Cristo con todo tu ser para que otros vean su Luz brillando a través de ti.
Lectura bíblica: 1 Pedro 2:11-12, NVI
11 Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra el alma.
12 Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de su visitación.