Lectura bíblica: Malaquías 1:6-14
Tras cientos de años de desobediencia al Señor, Dios finalmente castigó a los israelitas con siete décadas de cautiverio en la ciudad de Babilonia.
Después de esta disciplina, se podría pensar que el pueblo de Israel había aprendido la lección. Los exiliados habían regresado, el templo se había reconstruido y Jerusalén había restablecido cierto grado de normalidad.
Sin embargo, el conformismo no tardó en llegar, lo que trajo consigo contaminación espiritual. Los israelitas olvidaron la santidad de Dios y comenzaron a conformarse con hacer lo mínimo en un esfuerzo por agradarle.
Por desgracia, esto es algo parecido a lo que ocurre con muchos cristianos hoy en día. Creen, pero viven como si Dios no existiera. Pasan por la vida sin distinguirse del mundo que les rodea, intercambiando la verdad por los placeres mundanos.
A la luz de esto, quizá valga la pena examinar la contaminación espiritual de los israelitas —especialmente en sus sacerdotes— en su actitud hacia Dios. Esto lo podemos encontrar en Malaquías 1:6-14.
1. Falta de respeto (versículos 6-7)
En primer lugar, debemos darnos cuenta de que la contaminación espiritual hace que sirvamos a Dios de forma irrespetuosa. Dios hace una pregunta: «¿Dónde está el honor que merezco?». Los sacerdotes hacían tratos y aceptaban animales impuros por motivos egoístas. Le faltaron al respeto al Señor porque permitieron que la contaminación espiritual les nublara la vista.
¿Y nosotros? Gracias a la obra terminada de Cristo y su sacrificio en la cruz, ya no ofrecemos sacrificios de sangre, pero ¿honramos realmente a Dios con nuestras vidas, alabanzas, tiempo y tesoros? ¿U ofrecemos desechos irrespetuosos a nuestra manera? No le faltes al respeto a Dios ofreciéndole segundas opciones y un servicio a medias.
2. Ofrendas indignas (versículos 8-9)
A continuación, nos damos cuenta de que la contaminación espiritual hace que nuestros servicios no sean aptos para el Señor. Dios no los aceptará. Deuteronomio 15:21 dice: «Si alguno de esos animales está cojo o ciego, o tiene algún otro defecto grave, no se lo presentarás en sacrificio al Señor tu Dios».
Sin embargo, esto es exactamente lo que hacían los sacerdotes. Dios no solo rechazó su ofrenda, sino que dos veces en el versículo ocho se refirió a las ofrendas como «malas», porque las ofrendas no eran dignas.
Cuando permitimos que la contaminación espiritual permanezca en nuestras vidas, ofrecemos a Dios un servicio indigno, y Él no lo aceptará. El pecado nos impide participar plenamente en los planes de Dios.
3. Apatía (versículos 10-14)
Por último, cuando permitimos que la contaminación espiritual permanezca en nuestras vidas, desarrollamos actitudes de desprecio. En el versículo 13, los sacerdotes se referían a su vocación como «hastío». Trataban al señor «con desdén». Los sacerdotes se aburrían de servir al Señor. Sus actitudes eran tan malas que Dios deseaba que cerraran las puertas del templo.
De nuevo, esto es similar a nosotros, y es una trampa fácil en la que podemos caer y deslizarnos al conformismo espiritual. El Creador del universo nos llama a adorarle; sin embargo, nos cuesta asistir a la iglesia o dedicar tiempo al estudio de la Biblia y a la oración. Afirmamos ser hijos de Dios, pero nuestros corazones están lejos de Él. Nos aferramos a las cosas de este mundo, mientras tratamos lo sagrado como si fuera mundano.
Recuerda la amonestación de Dios a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:15-16: «Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca».
Amigos, este estado espiritual es un lugar muy peligroso. El conformismo y la contaminación espiritual son un problema serio. ¿Cuál es la respuesta?
Primero, haz un inventario de tu vida espiritual. Al igual que sucede con un diagnóstico médico, primero debes reconocer el problema antes de poder hacer algo para corregirlo.
Debemos confesar nuestro pecado delante del Señor y permitirle que nos purifique de lo que contamina nuestra vida y nuestra alma.
Solo con la ayuda de Dios podemos desarrollar un nuevo fervor apasionado, deliberado e intencionado para servir al Señor.
Santiago 4:8 dice: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!».
Arrepiéntete, libérate del conformismo y honra a Dios.
Lectura bíblica: Malaquías 1:6-14 (NVI)
6 El hijo honra a su padre y el siervo a su señor. Ahora bien, si soy padre, ¿dónde está el honor que merezco? Y, si soy señor, ¿dónde está el respeto que se me debe? Yo, el Señor Todopoderoso, les pregunto a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre. Y encima preguntan: «¿En qué hemos despreciado tu nombre?».
7 Pues en que ustedes traen a mi altar alimento mancillado. Y todavía preguntan: «¿En qué te hemos mancillado?». Pues en que tienen la mesa del Señor como algo despreciable.
8 Ustedes traen animales ciegos para el sacrificio, y piensan que no tiene nada de malo; sacrifican animales cojos o enfermos, y piensan que no tiene nada de malo. ¿Por qué no tratan de ofrecérselos a su gobernante? ¿Creen que estaría él contento con ustedes? ¿Se ganarían su favor? —dice el Señor Todopoderoso—.
9 Ahora pues, traten de apaciguar a Dios para que se apiade de nosotros. ¿Creen que con esta clase de ofrendas se van a ganar su favor? —dice el Señor Todopoderoso—.
10 ¡Cómo quisiera que alguno de ustedes clausurara el templo, para que no encendieran en vano el fuego de mi altar! No estoy nada contento con ustedes —dice el Señor Todopoderoso—, y no voy a aceptar ni una sola ofrenda de sus manos.
11 Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones. En todo lugar se ofrece incienso y ofrendas puras a mi nombre, porque grande es mi nombre entre las naciones —dice el Señor Todopoderoso—.
12 Pero ustedes lo profanan cuando dicen que la mesa del Señor está mancillada y que su alimento es despreciable.
13 Y exclaman: «¡Qué hastío!» Y me tratan con desdén —dice el Señor Todopoderoso—. ¿Y creen que voy a aceptar de sus manos los animales lesionados, cojos o enfermos que ustedes me traen como sacrificio? —dice el Señor—.
14 ¡Maldito sea el tramposo que, teniendo un macho aceptable en su rebaño, se lo dedica al Señor y luego le ofrece un animal mutilado! Porque yo soy el gran rey —dice el Señor Todopoderoso—, y temido es mi nombre entre las naciones.