Lectura bíblica: Isaías 53:5, NVI
Aunque el Nuevo Testamento detalla ampliamente la crucifixión, mi creencia personal es que no hay un versículo más importante sobre el sufrimiento de Cristo que Isaías 53:5.
La Pascua es la época en la que recordamos y celebramos la obra consumada de Jesús en la cruz, y cada año vuelvo a recordar este pasaje emotivo y conmovedor. Este versículo muestra mucho sobre nuestra debilidad humana y sobre el increíble sacrificio de Cristo.
Cuando Cristo sufrió, no fue un sufrimiento inútil, sino que fue para satisfacer cuatro de las mayores necesidades del hombre.
1. El perdón
Isaías dice que Él fue traspasado por nuestras rebeliones. La palabra para rebeliones significa transgresión o sublevación. En otras palabras, hemos cometido una transgresión contra Dios y sus mandamientos. Hemos pecado contra Él y necesitamos perdón.
La respuesta de Dios fue enviar a su único Hijo, Jesús, para derramar su sangre y perdonarnos nuestra transgresión, nuestra rebelión, nuestro pecado.
Hebreos 9:22 dice: «De hecho, la Ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón».
2. Sustitución
El hombre no solo es rebelde, sino que es culpable y merece castigo por quebrantar los mandamientos de Dios. Cuando quebrantamos las leyes en la sociedad, se nos impone un castigo. Por ejemplo, si conducimos a exceso de velocidad, recibimos una multa. Sin embargo, cuando quebrantamos la ley de Dios, la Biblia dice que el castigo es la muerte. («Porque la paga del pecado es muerte…», Romanos 6:23)
Por tanto, la necesidad del hombre no es necesariamente librarse del castigo o conseguir una reducción del mismo. Más bien, lo único que puede librar al hombre es conseguir un sustituto. Jesús fue molido por nuestras iniquidades. Fue herido, magullado y castigado, pero no porque Él hubiera hecho algo malo. Él lo hizo por nuestros pecados. Y como Jesús nos amaba, eligió ocupar nuestro lugar y convertirse en nuestro sustituto.
3. Paz
Desde que rompimos la comunión con Dios, nuestra condición humana está en conflicto con el Señor. Es decir, no tenemos paz con Dios. Sabiendo esto, Dios dio a su Hijo para que tomara la ira por nosotros y aplacara la santidad de Dios. El hombre estaba en deuda con Dios, pero Dios mismo pagó la factura.
Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz.
El castigo de Jesús en la cruz nos permite tener paz con Él, porque Jesús pagó la deuda y satisfizo la ira de Dios.
4. Sanación
Debido a nuestras propias acciones, permitimos que el pecado entrara en nuestro cuerpo y comenzara a provocar la muerte. Ésta es la muerte espiritual y, como es espiritual, necesitamos una cura divina: Jesús.
La muerte de Cristo en la cruz permite que la sanación espiritual llegue a nuestras almas moribundas.
Nuestra naturaleza humana pecadora no es una sorpresa para Dios. Sin embargo, en su amor por nosotros, Él nos proporcionó un camino para encontrar el perdón, la sustitución, la paz y la sanación a través de Jesús. Gracias a sus heridas fuimos sanados.
¿Qué te falta?
Tal vez, al leer esto, estés empezando a darte cuenta de que nunca has encontrado el perdón, ni la sanación, ni la paz. Como te faltan estos elementos clave, estás luchando por hacer lo correcto, intentando ganarte el camino al cielo, solo para caer una y otra vez.
Si esto te resulta familiar, ¡este es el momento perfecto para descubrir el verdadero significado de la Pascua, y depositar tu fe en Aquel cuya muerte y resurrección celebramos!
Lectura bíblica: Isaías 53:5, NVI
«Él fue traspasado por nuestras rebeliones
y molido por nuestras iniquidades.
Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz
y gracias a sus heridas fuimos sanados».