Lectura bíblica: Éxodo 4:10-12
Imagina esto conmigo: estás de visita con un amigo al que conoces desde hace años. Durante la conversación, te cuenta que recientemente tuvo una suerte increíble al sobrevivir a un accidente automovilístico.
Claramente, Dios te está abriendo una puerta para que compartas la esperanza de Jesús con tu amigo, pero no sabes qué decir. En lugar de compartir el Evangelio con valentía, te encoges de hombros y cambias de tema.
Muchos de nosotros hemos perdido oportunidades similares a esta a lo largo de los años. Uno de mis mayores remordimientos es no haber compartido el amor de Cristo con una pareja que estaba de pie justo frente a mí, aunque en ese momento sentí claramente que el Espíritu Santo me estaba llamando a hacerlo. Todavía hoy siento el peso de mi inacción.
Si preguntas a la mayoría de las personas por qué no compartieron su fe en una situación como ésta, la respuesta que escucharás será algo como: «no sabía qué decir» o «tenía miedo de no saber responder a sus preguntas u objeciones».
Si este es tu caso, ¡anímate! Es interesante que uno de los grandes héroes de la fe tuviera los mismos temores y sentimientos de incapacidad.
En Éxodo 4, Moisés —el hombre que un día sacaría al pueblo judío de la esclavitud en Egipto y que abriría el Mar Rojo con el poder de Dios— no era un líder que inspirara mucha confianza. De hecho, estaba francamente asustado, y conocía sus limitaciones.
En el versículo 10, Moisés le confesó a Dios que no era un buen comunicador y que no podría guiar a la gente con sus palabras. «Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra». Puede que lo digamos de forma diferente en el siglo XXI, pero ¿cuántas veces le hemos dicho prácticamente lo mismo a Dios?
Por supuesto, sus excusas llegaron tan lejos como las tuyas o las mías. Dios le respondió: «No te preocupes. Yo me encargo de esto».
Dios le dijo a Moisés: «—¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el Señor—. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir» (Éxodo 4:11-12).
¡Qué promesa tan increíble! Dios se daba cuenta de las debilidades humanas de Moisés, y que tal vez no sabría cómo expresarse o qué decir. Pero eso no importaba. No eran las palabras de un hombre débil y asustado, sino las palabras del Dios todopoderoso las que salían de la boca de Moisés.
Si Dios hizo esto por Moisés, Él también lo hará por ti y por mí. Debemos ser obedientes al llamado de Dios y depender de Él en oración en esos momentos cuando salimos con valentía y confiamos en que Dios hablará a través de nosotros.
Lectura bíblica: Éxodo 4:10-12, NVI
10 —Señor, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar.
11 —¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el Señor—. ¿Acaso no soy yo, el Señor, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita?
12 Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.