Devocional de Will Graham: Pasar la prueba de la mayordomía

Lectura bíblica: Lucas 16:1-13, NVI

A lo largo de las Escrituras encontramos el mandamiento de servir a Dios, así como a nuestros hermanos y hermanas. Además, se nos muestran ejemplos de cómo luce realmente el servicio desinteresado que busca usar todo para glorificar a Dios, desde José en el Antiguo Testamento, hasta Pablo y Timoteo.

Pero, ¿qué en qué sentidos somos mayordomos o administradores? ¿En qué consistiría fallar en esta función de servicio? ¿Qué podemos aprender de aquel que es llamado al servicio, pero responde mal?

Veamos la parábola del administrador astuto en Lucas 16:1-13.

Para resumir, había un hombre rico al que le habían dicho que su administrador o mayordomo (es decir, el encargado de sus bienes) estaba haciendo un mal trabajo con los recursos que se le habían confiado. El hombre rico decidió despedir al administrador, y le pidió que rindiera cuentas del dinero que había manejado.

El hombre, sabiendo que no tenía otras habilidades y que pronto estaría en la calle, decidió congraciarse con los deudores a expensas de su amo, con la esperanza de que lo recibieran en sus casas y lo trataran con amabilidad una vez que perdiera su trabajo.

Las decisiones que tomamos siempre tienen consecuencias, y en esta parábola podemos observar algunas:

Pérdida de una buena reputación: Si somos infieles, seremos descubiertos y nuestra buena reputación se perderá. Se nos dice en el versículo uno que el administrador era alguien «a quien acusaron de derrochar sus bienes».

En otras palabras, la gente sabía que al hombre se le había dado mucho, pero que había sido derrochador. El problema llegó a tal punto que alguien tuvo que alzar la voz y alertar al hombre rico, quien rápidamente se deshizo del administrador infiel.

Pérdida del empleo: El hombre que actuó de forma deshonesta probablemente pensó que nunca lo descubrirían y que seguiría gozando del favor de su amo. Sin embargo, si somos derrochadores, Dios nos quitará nuestro trabajo como mayordomos.

Este hombre sabía que su tiempo se había acabado, y aumentó el daño que ya había causado al ir a los deudores de su amo y reducir sus cuentas. Esperaba que se sintieran en deuda con él y lo acogieran en sus casas cuando su amo lo echaran de su casa.

Este hombre le hizo mucho daño a su amo.

¿Y nosotros?

¿Qué pasa con los recursos que Dios ha puesto a tu cargo? ¿Tu familia, tus finanzas, tu ministerio, tu iglesia?

¿Estás siendo fiel? ¿Tu trabajo demuestra que amas al Señor y que lo usas todo para su reino? ¿O tal vez tu trabajo está dañando tu reputación porque estás buscando siempre tomar atajos y no tienes una actitud de servicio?

Al igual que el mayordomo, que buscó ganarse el favor de los demás mientras perjudicaba a su empleador, tal vez tú tienes un pie en el negocio de tu Maestro, pero el otro en las cosas del mundo. Incluso podría parecerte que sería una buena opción alejarte del estrés del ministerio y dejar que otros lleven la carga.

El problema es que una vez que el ministerio es removido a causa de la infidelidad, la pérdida es significativa y a largo plazo.

La lección de toda esta parábola puede resumirse en el versículo diez:

«El que es fiel en lo poco también lo será en lo mucho; y el que no es honrado en lo poco tampoco lo será en lo mucho».

Como cristianos necesitamos ser fieles con lo que Dios nos ha confiado y asegurarnos de que lo usamos todo para el avance del reino de Cristo, ya que nosotros no somos más que sus administradores. Medita en todo lo que Él te ha dado, sé fiel al administrarlo teniendo siempre el ministerio en mente, ¡y permite que Él obre a través de ti mientras sirves!

¿Te gustaría encontrar la paz con Dios? Comienza aquí.

Lectura bíblica: Lucas 16:1-13

1 Jesús contó otra parábola a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador a quien acusaron de derrochar sus bienes.

2 Así que lo mandó a llamar y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Rinde cuentas de tu administración, porque ya no puedes seguir en tu puesto”. 

3 El administrador reflexionó: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo está por quitarme el puesto? No tengo fuerzas para cavar y me da vergüenza pedir limosna. 

4 Tengo que asegurarme de que, cuando me echen de la administración, haya gente que me reciba en su casa. ¡Ya sé lo que voy a hacer!”.

5 »Llamó entonces a cada uno de los que debían algo a su amo. Al primero le preguntó: “¿Cuánto le debes a mi amo?”. 

6 “Cien barriles[a] de aceite”, contestó él. El administrador le dijo: “Toma tu factura, siéntate enseguida y escribe cincuenta”. 

7 Luego preguntó al segundo: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Cien bultos de trigo”, contestó. El administrador le dijo: “Toma tu factura y escribe ochenta”.

8 »Pues bien, el amo elogió al administrador deshonesto[c] por haber actuado con astucia. Es que los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos que los que han recibido la luz. 

9 Por eso les digo que se valgan de las riquezas deshonestas para ganar amigos, a fin de que cuando estas se acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.

10 »El que es fiel en lo poco también lo será en lo mucho; y el que no es honrado en lo poco tampoco lo será en lo mucho. 

11 Por eso, si ustedes no han sido fieles en el uso de las riquezas deshonestas, ¿quién les confiará las verdaderas? 

12 Y, si con lo ajeno no han sido fieles, ¿quién les dará a ustedes lo que les pertenece?

13 »Ningún sirviente puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas».