Devocional de Will Graham: ¿Te cuesta establecer prioridades?

Lectura bíblica: Hageo 1, NVI

Muchos cristianos batallamos con la idolatría y con poner en orden nuestras prioridades. Aunque decimos que Jesús es nuestro Señor y Salvador, tendemos a dejar que las cosas de este mundo asuman un nivel de importancia exagerado, de tal forma que no podemos centrar toda nuestra atención en el Señor.

Puede ser nuestro trabajo, nuestros pasatiempos, nuestra comodidad o incluso las clases extracurriculares a las que llevamos a nuestros hijos. Preferimos faltar a la iglesia que perdernos las últimas cinco jugadas de un partido en la televisión. Preferimos dormir más horas por la mañana que reunirnos con otros creyentes para adorar.

Puede que Hageo sea uno de esos libros del Antiguo Testamento que solemos saltar con facilidad, pero todo el relato de Hageo es increíblemente práctico para el siglo XXI. Incluso podríamos pensar que está pensado para nosotros que vivimos en esta era posmoderna, aunque fue escrito alrededor del año 520 a. C.

En el primer capítulo, vemos que el pueblo había empezado a enfocarse en sus propios intereses, dejando al Señor en segundo lugar. Se preocuparon por la construcción de sus casas y descuidaron el templo. En los años transcurridos desde su regreso del exilio en Babilonia habían desatendido la casa de Dios.

En el versículo 4, Dios, por medio de su profeta Hageo, dice:

«¿Acaso es el tiempo para vivir en casas lujosas, mientras esta casa está en ruinas?».

Esta pregunta nos dice que los israelitas estaban haciendo el trabajo necesario para construir para sí mismos casas con un cierto nivel de lujo. En lugar de tener paredes de barro o piedra, sus casas estaban revestidas con paneles de madera. Por el contrario, nadie trabajaba en el templo: estaba en ruinas.

Hageo estaba dirigiendo su mensaje a los israelitas que se estaban poniendo a sí mismos antes que Dios. El pecado no era vivir en casas lujosas o con «paneles», sino buscar su propia satisfacción antes que ocuparse de las cosas de Dios.

El pecado tiene consecuencias, y esta no era una excepción. De hecho, Hageo declara en el versículo 6 que muchas de las dificultades que Israel estaba enfrentando eran un resultado directo de su desobediencia:

«Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no quedan satisfechos; beben, pero no llegan a saciarse; se visten, pero no logran calentarse; y al jornalero se le va su salario como por saco roto» (v. 6).

(Esto se parece mucho a nuestra época moderna, ¿verdad?).

En otras palabras, los campesinos trabajaban duro en sus cultivos cada año, pero la cosecha era insuficiente. Había comida, pero tanto los niños como los adultos pasaban hambre al final del día. Los que podían permitirse adquirir ropa nueva para abrigarse seguían pasando frío. En esencia, Dios les mostró que si trataban de satisfacer sus propias necesidades, nunca estarían satisfechos.

Sin embargo, en el versículo 8, Dios da una receta para la renovación con tres imperativos: 

«Vayan ustedes al monte, traigan madera y reconstruyan mi casa. Yo veré su reconstrucción con gusto, y manifestaré mi gloria —dice el Señor». 

Vayan, traigan y reconstruyan. Eran órdenes inmediatas. Dios exigía obediencia ahora, no más tarde.

Los israelitas respondieron, reordenaron sus prioridades y reconstruyeron el templo para la gloria de Dios. Al hacerlo, crecieron espiritualmente al devolver a Dios a su lugar como Señor de sus vidas.

Permíteme preguntarte lo siguiente: ¿Te ha dado Dios alguna dirección o instrucción, pero estás esperando porque piensas que este no es el momento adecuado? ¿Estás evitando tu llamado ordenado por Dios porque parece que el trabajo será demasiado duro? ¿Le estás dando a Dios las sobras mientras pones la mayor parte de tu atención en lo que tú deseas?

O quizás estás acumulando todos los «juguetes» o «lujos» (tu propia versión de «paredes con paneles») que puedes conseguir, mientras descuidas tu iglesia.

No te hago estas preguntas para hacerte sentir culpable, sino para animarte a seguir la receta que Dios nos ofrece en el primer capítulo de Hageo. Si haces una evaluación justa de tu vida espiritual y te das cuenta de que has elevado cualquier otro interés por encima de Dios, es hora de ir, traer y reconstruir.

Ve y reúne los ídolos de tu vida: tu educación, tu trabajo, tus pasatiempos, tus adicciones, tus comodidades, etc. Tráelos delante de Dios y ponlos a sus pies: arrepiéntete de tus prioridades desordenadas.

En su lugar, reconstruye tu relación con Dios al obedecer sus mandamientos, mediante la oración y el estudio de su Palabra. Así como los israelitas crecieron espiritualmente cuando volvieron a Dios, tú también encontrarás una nueva y más profunda satisfacción en Él.

Coloca a Dios como la única y verdadera prioridad en tu vida, y todo lo demás «te será añadido» (Mateo 6:33).

Lectura Bíblica: Hageo 1

1 El día primero del mes sexto del segundo año del rey Darío, vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac: 

2 «Así dice el Señor de los Ejércitos: “Este pueblo afirma que todavía no ha llegado el tiempo para reconstruir el Templo del Señor”».

3 También vino esta palabra del Señor por medio del profeta Hageo: 

4 «¿Acaso es el tiempo para vivir en casas lujosas, mientras esta casa está en ruinas?».

5 Así dice ahora el Señor de los Ejércitos: «¡Reflexionen sobre su proceder! 

6 Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no quedan satisfechos; beben, pero no llegan a saciarse; se visten, pero no logran calentarse; y al jornalero se le va su salario como por saco roto».

7 Así dice el Señor de los Ejércitos: «¡Reflexionen sobre su proceder! 

8 Vayan ustedes al monte, traigan madera y reconstruyan mi casa. Yo veré su reconstrucción con gusto, y manifestaré mi gloria —dice el Señor. 

9 Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes solo se ocupan de la suya!», afirma el Señor de los Ejércitos. 

10 «Por eso, por culpa de ustedes, los cielos retuvieron el rocío y la tierra se negó a dar sus frutos. 

11 Yo hice venir una sequía sobre los campos y las montañas, sobre el grano y el vino nuevo, sobre el aceite de oliva y el fruto de la tierra, sobre los animales, las personas y sobre toda la obra de sus manos».

12 Zorobabel, hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y todo el resto del pueblo obedecieron al Señor su Dios. Acataron las palabras del profeta Hageo, a quien el Señor su Dios había enviado. Y el pueblo sintió temor en la presencia del Señor. 

13 Entonces Hageo, su mensajero, comunicó este mensaje del Señor al pueblo: «Yo estoy con ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo».

14 Y el Señor inquietó el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac; también el espíritu del resto del pueblo. Así que vinieron y empezaron a trabajar en la casa de su Dios, el Señor de los Ejércitos. 

15 Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.