El cordón, el pacto y la cruz

La historia de la humanidad gira en torno a un solo acontecimiento fundamental: la muerte sacrificial de Jesucristo en la cruz. Allí, Dios consumó la salvación de la humanidad, es decir, la misión de rescate que comenzó antes de la formación del mundo y culminó al final del ministerio de tres años y medio de Cristo en la tierra.

La sangre de Jesús mancha cada página de cada libro de ambos testamentos, tejiendo un increíble tapiz de redención a través de las Escrituras. El gran maestro bíblico William Evans señaló que «la expiación es el cordón escarlata que recorre cada página de toda la Biblia… es roja con la verdad de la redención». Así, el tema principal de la Biblia es Cristo. Él es el héroe de la historia porque su sacrificio en la cruz proporcionó salvación a la humanidad. El «hilo escarlata» de la redención se entreteje a través de los muchos relatos de la historia bíblica que cuentan Su historia.

En el Jardín del Edén, entreteje las pieles de animales sacrificados para vestir a Adán y Eva. En el Monte Moriah, atrapa al carnero que sería ofrecido en lugar de Isaac. En Egipto, mancha el dintel y los postes de las puertas de los israelitas. Gotea por el altar tanto en el tabernáculo del desierto como en el templo de Jerusalén. Ese cordón color rojo sangre une el Antiguo Testamento con la presentación de Jesús por Juan el Bautista como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo», y con las vigas de una cruz romana en el Gólgota, donde Jesús declaró: «¡Consumado es!».

«La expiación es el cordón escarlata que recorre cada página de toda la Biblia… es roja con la verdad de la redención».

William Evans

Jesús mismo dio a entender esta conexión: esta línea de sangre de la redención. Después de su muerte expiatoria y de su resurrección, se acercó a dos discípulos consumidos por el desánimo mientras caminaban hacia un pueblo cercano a Jerusalén. Desilusionados por la ejecución de Jesús y sin ser capaces de reconocerlo, no esperaban lo que estaban a punto de oír. Intentaron explicarle a este «extraño» lo que había sucedido, a pesar de que ignoraban lo que realmente había ocurrido (¡Jesús había resucitado y estaba allí mismo!). «—¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? Entonces, comenzando por Moisés y por todos los Profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (Lucas 24:25-27, NVI).

¡Cómo me gustaría que pudiéramos leer la interpretación misma de Jesús de las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento! Este primer mensaje que Jesús dio después de su resurrección fue acerca de cómo el Antiguo Testamento anticipaba y predecía todo lo que sucedería con Él. Seguramente hizo referencia a hechos destacados, como cuando Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo en la misma montaña donde Jesús, el Hijo de Dios, moriría siglos más tarde. Probablemente les contó cómo el éxodo de Egipto prefiguraba nuestro éxodo de la esclavitud del pecado, hecho posible por solo por medio de su muerte. Casi puedo oírle describir cómo los sacrificios de sangre del Levítico y las profecías del siervo de Isaías predecían a Cristo, así como tantos salmos considerados durante mucho tiempo como de naturaleza mesiánica.

Además, los cordones escarlata aparecen varias veces en las Escrituras con matices interesantes. Las vestiduras del sumo sacerdote y las cortinas del tabernáculo en el Antiguo Testamento incluían hilos escarlata, que muchos han interpretado como una prefiguración de la obra expiatoria del futuro Cordero de Dios, Jesucristo, a través de su sangre derramada.

Cuando una avanzadilla de espías judíos exploró Jericó y casi los atrapan, una exprostituta llena de fe llamada Rahab les ayudó a escapar por su ventana mediante un cordón escarlata. Le prometieron que cuando llegara el día de la destrucción de Jericó, ella y su familia serían rescatados si colgaba el cordón escarlata de su ventana en la muralla de la ciudad. El cordón escarlata —el color de la sangre— fue un signo de su fe, que finalmente la llevó a la salvación. El cordón colocado por Rahab funcionó de forma muy parecida a la sangre untada en los dinteles y postes de las puertas de las casas judías de Egipto en la noche de la Pascua, décadas antes. 

«La historia de la humanidad gira en torno a un solo acontecimiento fundamental: la muerte sacrificial de Jesucristo en la cruz».

Aunque Jesús tuvo un nacimiento inusual y milagroso, aunque realizó muchos signos y maravillas que desafiaban las leyes de la naturaleza, y aunque enseñó las verdades más sublimes jamás proclamadas, ninguna de las verdades anteriores proporciona la salvación y, por tanto, ninguna de ellas es el punto central de su vida y ministerio. El epicentro de toda la historia, especialmente de la historia de la redención, es la cruz. El niño de Belén nació para morir. La Biblia incluso se refiere a Jesús como «el Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo» (Apocalipsis 13:8). En otras palabras, antes de que Dios hiciera el mundo, hizo el plan para salvar al mundo. ¿Y por qué sangre? ¿Por qué es tan importante algo que la mayoría de la gente consideraría horripilante?

El autor del libro de Hebreos del Nuevo Testamento dice que «sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Hebreos 9:22), pero insiste en que «es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados» (Hebreos 10:4). Esos sacrificios sangrientos eran meros sustitutos hasta el sacrificio de Cristo sin pecado. El sistema levítico nunca fue diseñado para eliminar el pecado, sino solo para cubrirlo temporalmente, en anticipación del sacrificio final en la cruz. Entonces, ¿por qué tantos sacrificios hasta entonces? ¿Qué logró la muerte de esos miles y miles de animales durante siglos? Le mostraron a la gente de cada generación la realidad de las consecuencias de su pecado: ¡destruye, requiere un sustituto, mata! Por eso el hilo escarlata lleva hasta la cruz.

Los autores del Nuevo Testamento dieron mucha importancia a la cruz de Cristo. Fíjate en la cantidad de espacio literario que dedicaron a los detalles de la crucifixión. En los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), solo hay cuatro capítulos dedicados a los primeros 30 años de la vida de Jesús. Los mismos libros ofrecen 85 capítulos sobre sus últimos tres años y medio de vida, es decir, los años de su ministerio terrenal. De esos 85 capítulos, 29 están dedicados a la última semana de su vida, ¡y 13 de esos 29 capítulos se centran únicamente en las últimas 24 horas! Los acontecimientos del último día de Jesús, hasta su sangrienta crucifixión, abarcan 579 versículos.

Toda la historia anterior al Nuevo Testamento esperaba el acto expiatorio de Cristo; toda la historia posterior al Nuevo Testamento mira hacia atrás. Los profetas lo anticiparon, y el pueblo de Dios ha seguido celebrándolo. Jesús quiso asegurarse de que sus seguidores nunca lo olvidaran. «Hagan esto en memoria de mí», dijo Jesús, mientras distribuía los elementos familiares de la cena pascual y les daba un nuevo significado.

«La sangre derramada de Cristo —como Cordero de Dios— es el único sacrificio perfecto que puede limpiarnos del pecado».

Cuando Jesús estaba en su cuerpo resucitado, todavía llevaba las heridas de la cruz. Cuando Tomás dudó, le dijo que tocara las heridas de sus manos y de su costado. Cuarenta días después, Jesús ascendió en ese cuerpo resucitado al cielo. En el cielo, creo que verás a Jesús llevando esas cicatrices. Es asombroso pensar que las únicas obras del ser humano que se verán en el cielo son las heridas infligidas a Jesús en la cruz. 

Aparte de una visión general del hilo escarlata, esto es lo que espero que te lleves de este artículo: la sangre derramada de Cristo —como Cordero de Dios— es el único sacrificio perfecto que puede limpiarnos del pecado. Como nos recuerda Hebreos 10:4, ningún otro sacrificio será suficiente. Gracias a su muerte sacrificial, Jesús trae redención (Efesios 1:7), propiciación (Romanos 3:25), santificación (1 Juan 1:7), reconciliación (Colosenses 1:19-20) y salvación para personas de toda tribu, lengua y cultura (Apocalipsis 5:9).

Lo que Cristo alcanzó es un gran logro, pero no esperaríamos menos de nuestro Glorioso Salvador. Mi pregunta para nuestros lectores es la misma que hizo el autor de himnos A. E. Hoffman: «¿Has acudido a Jesús en busca del poder purificador? ¿Has sido lavado en la sangre del Cordero?». Si no es así, amigo, acude hoy a Él, quien se ofreció a sí mismo como el Sacrificio Perfecto en el lugar de tu yo imperfecto.

A menos que se indique lo contrario, las citas de las Escrituras están tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional.

Este artículo es un extracto y adaptación de Bloodline: Tracing God’s Rescue Plan from Eden to Eternity, Harvest House Publishers, 2019. Traducido con permiso por BGEA. Publicado originalmente en la revista Decision

Skip Heitzig es fundador y pastor principal de Calvary Church en Albuquerque, una iglesia de Calvary Chapel Fellowship en Albuquerque, Nuevo México.