Desde hace tiempo, los opioides recetados se han considerado como contribuyentes a la actual epidemia de consumo de opioides que invade América. De acuerdo con los CDC, en 2020 una media de 44 personas murieron diariamente por sobredosis de opioide de venta con receta, lo que supone más de 16 000 muertes. Los opioides de venta con receta estuvieron implicados en casi el 18 % de todas las muertes por sobredosis de opioides en 2020. Los medicamentos recetados, ya sean obtenidos legal o ilegalmente, pueden llevar a la gente a buscar y probar opciones ilegales como la heroína una vez que ya no pueden adquirir los medicamentos con recetas médicas. Esa fue la historia de Brooke.
«El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia».
—Juan 10:10, NVI
Impotente. Sola.
Sentimientos que tanto Brooke como su madre tuvieron en común durante el apogeo de su adicción a la heroína.
Brooke, una estudiante sobresaliente nacida en una familia adinerada de la iglesia, se odiaba por haber perdido el control de su vida. Su madre, una psicóloga prominente con 30 años de experiencia, se culpaba a sí misma.
Lo que sucedió tomó a ambas por sorpresa. Brooke creció cantando en la iglesia junto a su madre. Ella recuerda haber aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador a los 6 años de edad. Durante su infancia, su madre veló por el bienestar de sus hijas.
Pero hasta el mayor esfuerzo por criar a los hijos según los principios establecidos por Dios enfrenta las dificultades de la vida cotidiana. Brooke comenzó a tomar Xanax para la ansiedad cuando pasó por una etapa difícil durante su adolescencia. En la universidad ella se esforzó en sus resultados académicos, sin embargo, al mismo tiempo y con la misma intensidad, se dedicó a salir de fiesta y a tomar. Fue hospitalizada 18 veces por razones que a su madre le parecieron legítimas: neumonía, bronquitis y problemas renales.
Pero todo cambió después de que Brooke tuvo complicaciones al dar a luz a su hija a los 22 años. Ella dijo que el médico le recetó a Dilaudid, un hidromorfona tan potente que la Biblioteca Nacional de Medicina Estadounidense advierte que la forma líquida no debe tener contacto con la piel ni con la ropa. El sitio también sugiere que algunos pacientes deberán pasar por un proceso de desintoxicación tras el uso del opioide altamente adictivo.
«Ese fue el comienzo de mi adicción a los opiáceos», dijo Brooke. «Me recetaron [medicamentos] en exceso. Todo tipo de pastillas para el dolor por cosas que no eran muy serias».
Las pastillas adicionales para el dolor eran fáciles de encontrar en su trabajo como profesional de la salud. De vez en cuando, le robaba los medicamentos a sus pacientes. Pero sin darse cuenta, estaba tomando 300 miligramos de opioides al día (generalmente 10 pastillas de 30 mg de roxicodona). Los nervios alterados por el abuso de opioides se alteraban cada vez que se le pasaba el efecto de la dosis anterior.
«Tomaba todo tipo de recetas, pero un día ya no pude obtenerlas. Alguien me dijo que la heroína era exactamente lo mismo que una pastilla para el dolor, así que dije “está bien”. En ese momento me volví adicta. No podría pasar un día sin consumirla por lo mal que me sentía».
Piensa en la peor gripe que jamás hayas tenido y multiplícala por cien. Eso es solo una pequeña muestra del malestar de desintoxicación de los opioides, por lo que la heroína —un opioide ilegal— parece ser la forma más fácil de prevenir el malestar. Al principio ella inhalaba y logró mantener cierto nivel de normalidad alrededor de sus familiares y amigos.
Límites familiares
Como muchas familias saben, el dolor que causan las adicciones no se limita a la persona adicta. Cindy Marshall, directora ejecutiva de La Casa del Alfarero en Gastonia, un centro de rehabilitación cristiano en Carolina del Norte, advierte a los padres sobre actitudes que favorecen la adicción en los hijos.
«La madre y el padre tienen que aprender a amar con mano firme y establecer límites para que puedan afrontar las consecuencias de sus decisiones», dijo Cindy. «Y si se involucraron con las drogas, saber que no tendrán un hogar a donde regresar o alguien a quien llamar para sacarlos de la cárcel, eso les ayuda a reaccionar».
Puede que no parezca lo correcto, pero Cindy asegura que generalmente es la única forma de llamar su atención.
«Aparentemente lo escondí muy bien pero cuando comencé a usar la aguja perdí el control de mi vida», dijo Brooke.
Una dosis intravenosa de heroína golpea rápidamente el torrente sanguíneo del usuario, brindando alivio instantáneo a todos esos nervios inflamados. Pero esa pequeña aguja también produjo una cascada de destrucción aparentemente interminable. Brooke perdió su trabajo, su familia y a su hija. Su familia organizó una intervención y ella accedió a ser rehabilitada en diciembre del 2013.
«Fue tan irreal, como una experiencia extracorporal», recordó Brooke. Recuerda que pesaba solo 98 libras. Su hígado estaba tan cargado que su piel se había vuelto color gris, verde ceniciento. «Pero en ese entonces estaba en un nivel muy profundo de negación».
Su actitud no le sirvió de nada durante la rehabilitación. Fue expulsada de ese centro después de solo diez días. Su madre se propuso ayudarla y la llevó al siguiente centro. Lo mismo sucedió nueve veces más y, tras gastar aproximadamente $100,000 dólares, su madre se dio cuenta de que no podía arreglar la situación en sus propias fuerzas.
‘Lo más difícil que he hecho como madre’
Durante las luchas de Brooke, su mamá, Robin, asistió a reuniones de ayuda en otra ciudad porque le daba demasiada vergüenza asistir a una en su área. Comenzó a ver las cosas que necesitaba arreglar en su propia vida, por ejemplo, aprender a establecer límites o reprimir su deseo de arreglarlo todo. Pero ella nunca dejó de orar por su hija mayor.
El momento más difícil ocurrió tras el último intento fracaso de rehabilitación. Brooke no quería volver y Robin no podía obligarla. Robin y el padre de Brooke, quienes a menudo estaban en desacuerdo sobre cómo manejar la situación, se pusieron de acuerdo en que Brooke no podía regresar a ninguna de sus casas.
«Tenía que llegar a ese punto, y me dolió en el alma», dijo Robin. «Tengo una foto de Jesús inclinado sobre un peñasco alcanzando a una de las 99. Tantas veces oré y lloré con esa imagen en la mente, pidiéndole a Dios que ayudara a Brooke sabiendo que las drogas la tenían controlada. Sabía que la llamada que nadie quiere recibir podía llegar en cualquier momento [que Brooke sufrió una sobredosis fatal]. Oraba: “Dios, sé que no debería decir eso pero siento que voy a recibir esa llamada, y si la recibo, sé que me vas a ayudar, pero no sé si ella va a sobrevivir otro día más”.
«Y tuve que cerrar la puerta con llave y decirle que no podía venir aquí, ni darle dinero. Ella no tenía dinero, ni comida, y se estaba matando lentamente. Tuve que dejarla y entregarla por completo en las manos de Dios para que ella pudiera mejorar. Eso ha sido lo más difícil que he hecho como madre».
Oración por un ser querido:
La Palabra de Dios debe ser la base de tu lucha. Estos son algunos de los versículos en los que Robin se apoyó durante la adicción a los opiáceos de su hija:
- Jeremías 29:11 «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza».
- Filipenses 1:6 «Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús».
- Salmo 91:2 «Yo le digo al Señor: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío”».
- 2 Timoteo 1:7 «Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio».
No obstante, Robin permaneció en la vida de Brooke durante este tiempo. No era raro que visitara a su hija en la habitación de un hotel con comida rápida y tarjetas para comprar comida, cosas que ella no podía usar para obtener más heroína.
«Me sentaba en la cama con ella en su hotel y le daba tarjetas de comida de Burger King donde podía ir caminando para conseguir comida, y luego me sentaba en mi auto y lloraba incontrolablemente por 30 minutos antes de dejarla, sabiendo que podría no volver a verla».
‘Simplemente no quería despertar’
Brooke sabía en su corazón que quería limpiarse y también sabía que no podía hacerlo sola. Ella no sabía qué hacer. Sentía que había decepcionado a todo el mundo. Volver a la iglesia no parecía una opción porque estaba demasiado avergonzada. Ella se había convertido en la persona que nunca pensó que llegaría a ser. Le había robado a su propia familia. Tenía cargos [delictivos] después de una sobredosis en su casa. Usó incluso la heroína de su novio en la sala del hospital mientras él se recuperaba de una sobredosis casi fatal.
Esta no era la vida que ella quería; sin embargo, se sentía estancada.
«Conocía al Señor, y por eso mi adicción era tan horrible», dijo Brooke. «Fue tan miserable porque sabía perfectamente que no estaba bien.
»[Mi mamá] me encomendó al Señor y creo que ya estaba como muerta ante los ojos de mi familia porque por años habían intentado usar los mejores centros de rehabilitación, pero nada funcionó. Me propuse inyectarme una dosis fatal de heroína. Sabía cuánto estaba acostumbrada a consumir, pero esta vez llené toda la aguja. Simplemente no quería despertar. Me sentía miserable, me odiaba. Me sentía basura».
Despertó 24 horas después de que algunas personas la encontraron y le administraron tres dosis de nalaxona, un aerosol nasal conocido como NARCAN que puede revertir una sobredosis. Este medicamento suele ser administrado por los oficiales del orden público y el personal de emergencia, pero en el 2017, Walgreens y CVS recibieron aprobación para venderlos sin receta en 40 estados.
En el caso de Brooke, un vecino tenía esa tercera dosis que le devolvió la vida.
«Recuerdo que cuando me desperté estaba en una gran oscuridad. Era como estar en un calabozo donde solo había opresión y depresión. Fue como una lucha espiritual allí mismo».
Sin embargo, esa batalla no se limitó al área donde Brooke se encontraba. Esa misma mañana, cuando fue revivida, su madre estaba en un culto de la iglesia cuando tuvo una visión de los demonios que estaban ahorcando a su hija. Robin dejó de cantar.
«Literalmente dije, “en el nombre de Jesús, quita tus manos de ella. No vas a matar a mi hija. Ella le pertenece a Jesús”» dijo Robin. «Lo dije varias veces. Lo dije enfáticamente, pero no muy fuerte. No sé si alguien más me escuchó».
‘Sin Jesús no lo puedes lograr’
Dos días después, Brooke llamó a su madre desde la cárcel. Su drogadicción la había llevado a la cárcel por sexta vez, y la desintoxicación sin atención médica, peor que un terrible resfriado, fue aún más desagradable.
«Dios me libró de ir muchas veces a la cárcel pero esa era la única manera en que iba a escucharle y clamarle», dijo Brooke. «Me sentía miserable. Todo eso me dio tiempo para estar sobria y pensar en lo que estaba haciendo».
Tras escuchar la visión de su madre, Brooke comentó: «Me comprometí en ese momento: Dios, lo voy hacer a tu manera».
Brooke sabía que una corta estadía en rehabilitación no era la respuesta, así que acudió a la Casa del Alfarero [Potter’s House] en Gastonia, cerca de Charlotte, Carolina del Norte, del cual se enteró por otra reclusa. La directora del ministerio en ese momento, Danielle Crowley, graduada del centro de rehabilitación para mujeres, visitó a Brooke en la cárcel.
«Lo primero que me dijo fue: “Sabes que sin Jesús no lo puedes lograr, ¿verdad?”», dijo Brooke.
En La Casa del Alfarero, el enfoque era muy diferente, puesto que el centro de todo era Jesús. Las pacientes recién ingresadas no podían tener teléfonos celulares ni recibir visitas. Incluso su acceso a la televisión era limitado. Cindy Marshall fundó la La Casa de Alfarero en el 2003 para ministrar a las mujeres que intentaban iniciar una nueva vida.
En La Casa del alfarero no estaba simplemente en mantenerse libre de drogas; se tratataba más bien de vivir una vida nueva en Jesús. Se trataba de declarar las promesas de Dios todos los días y cumplirlas, pasar a diario tiempo en la Palabra de Dios.
«Este es un estilo de vida», le dijo Danielle. «El objetivo no es estar sobria. El objetivo es cambiar tu vida, vivir una vida diferente. Es un estilo de vida completamente diferente. Si estás dispuesta a hacer a una cuarta parte de lo que hubieras hecho para conseguir tus drogas, entonces lo lograrás. Si solo haces el mismo esfuerzo y te rindes [ante Dios], lo lograrás».
Una vida verdaderamente nueva
Durante su estancia de un año en La Casa del alfarero, Brooke llegó a conocer a Cristo y desarrolló una pasión por ministrar a la gente, especialmente a las mujeres que luchan contra las adicciones.
«El estigma hace muy difícil admitir que tu hijo es adicto o alcohólico», dijo Robin. «Sientes que eso refleja la forma en que lo criaste y que debiste haber hecho algo mal, porque ves que a todos los otros chicos les va bien. Por eso es tan difícil hablar de eso. Tampoco quiero traicionar la confianza de Brooke y contar cosas que ella no quiere que se mencionen. Satanás usa ese sentimiento de vergüenza y deshonra».
Durante el tiempo que abusó de los opioides, Brooke no soportaba la vergüenza y se mantenía lejos de las personas que más querían ayudarla. Al momento de esta entrevista, había un resplandor que parecía fluir de Brooke cuando compartía historias acerca de su nueva vida. Sentada en La Casa del alfarero con una sudadera con capucha de Carolina del Norte, no pudo evitar reiterar lo agradecida que está por estar allí. Gracias a Cristo, ella tuvo la oportunidad de saber que podía tener una vida nueva y ser una nueva creación en Él.
«Jesús es el único que es más grande que la adicción», aseguró Brooke. «Ahora no me imagino vivir de ninguna otra manera».
>> Encuentra libertad en Jesucristo hoy.
Esta es una versión editada del testimonio publicado en 2019.