Este artículo fue publicado originalmente el 31 de marzo de 2011.
¿Cómo podemos saber con certeza que Jesucristo realmente murió y resucitó? ¿Y qué más da? El Apóstol Pablo respondió enfáticamente en 1 Corintios 15:14-19 diciendo, si Cristo no se levantó físicamente de la tumba, entonces el cristianismo es falso, seguimos en nuestros pecados y no hay esperanza más allá de la tumba.
Sin embargo, si Jesús murió y se levantó físicamente de los muertos, entonces el cristianismo es verdadero, nuestros pecados son perdonados y hay esperanza para el Cielo. ¿Cuál es la verdad? De acuerdo con la Biblia, tenemos certeza (Lucas 1:4) y pruebas convincentes (Hechos 1:3) de que Jesús realmente murió en la cruz y que se levantó físicamente de los muertos a los tres días.
La evidencia sobre la muerte de Jesucristo
Pocas cosas tienen mayor evidencia histórica que el hecho de que Jesucristo verdaderamente murió en la cruz. El antiguo credo romano – el primer credo cristiano registrado fuera de la Biblia – establece que en el segundo siglo A.C. Jesús fue «crucificado por Poncio Pilato», y otras fuentes dentro y fuera de la Biblia, lo confirman. Considera toda la evidencia acumulada:
La naturaleza y la magnitud de las heridas de Jesús aseguran su muerte. Fue golpeado y azotado muchas veces. Perdió una gran cantidad de sangre por las heridas en sus manos y pies al estar colgado en la cruz por más de seis horas, desde las 9 de la mañana hasta poco antes de la puesta de sol.
La naturaleza de la crucifixión garantiza la muerte. La crucifixión exige el continuo esfuerzo del crucificado para elevar su cuerpo y poder respirar, creando un dolor agonizante por los clavos en los pies y manos. Y de no hacerlo constantemente, el crucificado muere por asfixia.
Aquéllos junto a la cruz, escucharon el grito de muerte de Jesús. Lucas 23:46 dice «Entonces Jesús exclamó con fuerza: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, expiró».
Los experimentados verdugos romanos le declararon muerto. Estaban tan convencidos de que Jesús había muerto que no le quebraron las piernas para acelerar su muerte, lo cual le impediría elevarse para poder respirar (Juan 19:33).
El atravesar el costado de Jesús con una lanza es otra prueba de su muerte física aún antes de la perforación (Juan 19:34). La Biblia registra que sangre y agua brotaron del costado de Jesús, lo cual medicamente comprueba la muerte de una persona.
Pilato se aseguró de que Jesús estaba muerto antes de entregarle el cuerpo a José [de Arimatea] para ser sepultado. «Llamó al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Una vez informado por el centurión, le entregó el cuerpo a José» (Marcos 15:44-45).
Jesús fue envuelto en casi 35 kilos de tela y especias y fue puesto en una tumba sellada durante tres días (Juan 19:39-40, Mateo 27:60). Si Jesús no hubiese muerto para ese entonces, y claramente lo estaba, hubiese muerto en la tumba por la falta de comida, agua y atención médica.
Los primeros escritores cristianos después de los tiempos de Jesucristo, confirmaron su muerte en la cruz por crucifixión. Policarpo, un discípulo del apóstol Juan, habló de «nuestro Señor Jesucristo, que por nuestros pecados sufrió hasta la muerte». Justino Mártir resaltó en su diálogo con Trifón el judío, que los judíos de su tiempo afirmaron que «Jesús [fue] el impostor galileo a quien crucificamos».
Josefo, el historiador judío de los tiempos de Cristo también confirmó su muerte. Escribió: «Pilato, por la sugerencia de los hombres más prominentes entre nosotros, lo condenó a la cruz». El Talmud Judío dice «En la víspera de la Pascua, colgaron a Yeshu (de Nazaret). No encontraron nada a su favor y lo colgaron en la víspera de la Pascua» Así mismo el historiador romano, Cornelio Tácito lo confirmó: «Un hombre sabio, conocido como Jesús…Pilato lo condenó a ser condenado y morir». Y el escritor Romano Flegón hablando de la crucifixión de Jesucristo dice «él se levantó de la muerte, exhibiendo las marcas de su castigo».
Pero, ¿podemos confiar en los registros que nos muestran estos hechos? La respuesta, por muchas razones, es en un enérgico sí. En primer lugar, los registros son bíblicos y no bíblicos, escritos por creyentes y no creyentes. De los registros bíblicos, existen 5,700 manuscritos del Nuevo Testamento, los primeros con sólo una generación entre ellos y el texto original. La mayoría de los libros del mundo antiguo sólo cuentan con 10 o 20 manuscritos, separados de los originales por un promedio de 1000 años.
Además, tenemos al menos ocho escritores de los 27 libros del Nuevo Testamento. A diferencia de los demás eventos de la antigüedad que sólo cuentan con uno o dos escritores. Aún los críticos admiten que los escritores del Nuevo Testamento fueron testigos oculares y contemporáneos de los eventos narrados. Más allá de esto, el célebre experto británico en manuscritos, Sir Frederic Kenyon afirma que «El último fundamento de la duda sobre el deterioro sustancial de las Escrituras originales ha sido eliminado. Tanto la autenticidad como la integridad total de los libros del Nuevo Testamento han sido establecidas» (Biblia y Arqueología,” pág. 288).
La evidencia de la resurrección de Jesucristo
Aunque existen algunos que dudan que Jesús de Nazaret murió bajo el mandato de Poncio Pilato a principios del primer siglo A.C., son muchos más los que dudan que el cuerpo físico de Jesús que fue puesto en la tumba de José de Arimatea, volvió a vivir. ¿Cuál es entonces la evidencia de la resurrección física de Cristo? Nuevamente ésta es contundente. Primero, la tumba vigilada y sellada fue encontrada vacía a los pocos días. El mismo cuerpo físico que fue puesto en la tumba fue el que salió en vida (Mateo 28:6). Segundo, el mismo cuerpo que fue puesto ahí, con las cicatrices de la crucifixión y todo lo demás, apareció durante 40 días a más de 500 personas en 12 ocasiones diferentes.
Durante dichas apariciones, Jesús probó haber resucitado en el mismo cuerpo físico y crucificado, al revelarse en carne y hueso, mostrando las cicatrices de su crucifixión e invitando a Tomás a tocar sus heridas. Se nos habla de cuatro ocasiones en las que ingirió alimento físico tras la resurrección. María y las otras mujeres lo tocaron. Fue observado a simple vista y escuchado por cualquier oído. Estuvo enseñando a sus discípulos durante 40 días e hizo milagros en presencia suya. No hay otra forma en la que Jesús hubiese podido comprobar que resucitó con el mismo cuerpo que fue crucificado y puesto en la tumba de José.
No es de extrañar que Pedro, el apóstol quien fue testigo ocular de la muerte y la resurrección de Jesús declarara: «No seguimos fábulas ingeniosamente inventadas» (2 Pedro 1:16, NBLH). Y Juan añadió, «Les escribimos a ustedes acerca de aquello que ya existía desde el principio, de lo que hemos oído y de lo que hemos visto con nuestros propios ojos. Porque lo hemos visto y lo hemos tocado con nuestras manos. Se trata de la Palabra de vida» (1 Juan 1:1-3 DHH).
Jesús fue una figura prominente en Israel, y mucha gente conocía el lugar de su sepulcro. Los Evangelios de Mateo, Marcos y Juan registran la ubicación exacta. Fuentes romanas y judías, ambas, testifican que la tumba fue encontrada vacía al tercer día después de la crucifixión de Jesús. Mateo 28:12-13 específicamente declara que los principales sacerdotes inventaron la historia de que los discípulos robaron el cuerpo. No hubiera sido necesario inventar tal cosa a menos que la tumba hubiese estado vacía. Y la predicación de los apóstoles no habría perdurado si también la tumba no hubiera estado vacía porque, sin duda y fácilmente, las autoridades judías hubiesen puesto fin al cristianismo al mostrar el cuerpo de Jesús.
También los cristianos constatan que durante su juicio, los discípulos de Jesucristo lo abandonaron, por miedo.
Sin embargo, a los pocos días y repentinamente, ellos regresaron a Jerusalén – la ciudad donde habían ocurrido los hechos y donde podrían ser investigados – y empezaron a predicar que Jesús era el Mesías y que había resucitado de la muerte. Los discípulos sabían que este mensaje les acarrearía una vida de sufrimientos e incluso la muerte. Diez de los once apóstoles restantes, tras la muerte de Judas, fueron martirizados por creer que Jesús había resucitado de los muertos. ¿Por qué sufrir todo esto si sabían que Jesús no había resucitado de los muertos? Y, ¿por qué miles de personas en Jerusalén abandonaron las doctrinas y prácticas de su fe y se unieron a los discípulos como seguidores de Jesús?
La diferencia que hace la Resurrección en nuestras vidas
¿Cuáles son las implicaciones de la resurrección de Jesucristo? En las propias palabras de Jesús, «porque yo vivo, también ustedes vivirán» (Juan 14:19, NVI). Como lo dijo el apóstol Pablo, «Cristo Jesús nuestro Salvador, que destruyó el poder de la muerte y que, por el evangelio, sacó a la luz la vida inmortal» (2 Timoteo 1:10, DHH). Si el hijo de Dios, sin pecado alguno, no venció a la muerte, entonces nosotros no tenemos esperanza alguna.
Algunos años atrás, en el funeral de mi papá, compartí gran parte de esta evidencia con un numeroso grupo de familiares no cristianos. Y mientras estaba parado junto a la tumba, resalté que ese no era el lugar de reposo final de mi padre, sino uno temporal. Pues las Escrituras declaran que un día, «todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas” (Juan 5:28-29, DHH). Jesús añadió, «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás» (Juan 11:25-26, DHH).
Mientras citaba estas palabras, podía sentir el poder mismo de Dios a través de ellas. Después del servicio, uno de mis primos se acercó y me dijo, «Todo funeral al que había asistido me había hecho sentir peor al terminar. ¡Esta es la primera vez en la que me siento mejor!» ¿Por qué?
Porque la resurrección de Jesús, y solamente su resurrección, nos da la esperanza de que nuestros pecados fueron pagados por completo (Romanos 4:25), la muerte fue vencida (Hebreos 2:14), y tenemos la esperanza de una vida eterna cuando nos arrepentimos y nos volvemos a Jesucristo, aceptando lo que él ha hecho por nosotros.
La diferencia que la Resurrección hace en nuestro testimonio
Lo más grande aún es que tenemos un mensaje que proclamar a las naciones: ¡Jesucristo murió por nuestros pecados y vive para siempre! De todos los líderes religiosos del mundo, Jesucristo es el único que murió por nuestros pecados, venció a la muerte y vive por la eternidad. Confucio, Buda y Mahoma están muertos. Sólo queda su memoria, sus cuerpos se descompusieron en sus tumbas. Sólo Jesucristo dejó atrás una tumba vacía. Los cristianos tienen un mensaje vivo para un mundo agonizante: sólo Jesucristo puede salvar de pecado (Juan 14:6, Hechos 4:12).
Por muchos años, desde que me convertí a Jesucristo, mi canción favorita fue Él Vive. Casi 60 años después, este estribillo aún inunda mi corazón, y está basado en un hecho histórico, no en ficción: «Me preguntas cómo sé que él vive. ¡Él vive en mi corazón!» ©2011 BGEA
>> Jesucristo aún está vivo y quiere tener una relación contigo. Empieza hoy una relación con Él.
El Dr. Norman L. Geilser, ha enseñado por más de 50 años en diferentes centros académicos incluyendo El Seminario Evangélico de Trinity (Trinity Evangelical Seminary) y el Seminario Teológico de Dallas (Dallas Theological Seminary), es autor y coautor de más de 70 libros. Actualmente es Rector y Profesor Emérito de Apologética en el Seminario Evangélico Veritas en Murrieta, California (Veritas Evangelical Seminary Veritasseminary.com)