En una ocasión, la declaración de una profesora de una importante universidad evangélica la puso en el centro de una controversia de suma importancia. Al explicar por qué pretendía llevar un hiyab musulmán tradicional durante las fiestas navideñas para simbolizar solidaridad con sus vecinos musulmanes, la profesora afirmó que los cristianos y los musulmanes adoran al mismo Dios.
¿Es esto cierto?
La respuesta a esta pregunta nos obliga a dar una respuesta claramente cristiana y bíblica a otra pregunta: ¿Puede alguien adorar al Padre y rechazar al Hijo?
La respuesta del cristiano a esa pregunta debe seguir el ejemplo de Cristo. Jesús mismo zanjó la cuestión cuando respondió a los líderes judíos que lo confrontaron después de que dijo «Yo soy la luz del mundo». Cuando ellos lo rechazaron, Jesús dijo: «Si supieran quién soy yo, sabrían también quién es mi Padre» (Juan 8:19). Más adelante, en ese mismo capítulo, Jesús utilizó el que probablemente fue el lenguaje más fuerte de su ministerio terrenal al afirmar claramente que negarle a Él es negar al Padre.
Los cristianos y los musulmanes no adoran al mismo Dios. Los cristianos adoran al Dios Trino —Padre, Hijo y Espíritu Santo— y a ningún otro dios. Conocemos al Padre a través del Hijo, y es únicamente a través de la expiación de Cristo por el pecado que podemos alcanzar la salvación. La salvación llega a quienes confiesan con sus labios que Jesucristo es el Señor y creen en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos (Romanos 10:9). El Nuevo Testamento no deja margen para malentendidos. Negar al Hijo es negar al Padre.
Ahora bien, afirmar esta verdad no es argumentar que los no cristianos —incluidos nuestros vecinos musulmanes— no saben nada verdadero sobre Dios, ni tampoco es negar que las tres principales religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islam— comparten algunas creencias teológicas importantes. Las tres religiones afirman que solo hay un Dios y que Él nos ha hablado por revelación divina. Las tres religiones apuntan a lo que cada una afirma que son escrituras reveladas. Históricamente, judíos, cristianos y musulmanes han encontrado muchos puntos de acuerdo sobre enseñanzas morales. Las tres cosmovisiones teológicas mantienen una visión lineal de la historia, a diferencia de muchas cosmovisiones asiáticas que creen en una visión circular de la historia.
Sin embargo, cuando miramos más de cerca, incluso estos puntos de acuerdo empiezan a resquebrajarse. El trinitarismo cristiano es rechazado tanto por el judaísmo como por el islam. Los musulmanes niegan que Jesucristo sea el Hijo encarnado y eterno de Dios, y van más allá al negar que Dios tenga un hijo. Asimismo, cualquier lector del Nuevo Testamento sabe que este fue el principal punto de división entre el cristianismo y el judaísmo. La afirmación cristiana central de que Jesús es el Mesías prometido de Israel y el Hijo de Dios hecho carne condujo a la separación de la iglesia y la sinagoga, tal como se revela en el Libro de los Hechos.
Hay una verdad histórica que es afirmada por las «tres religiones abrahámicas» porque el judaísmo, el cristianismo y el islamismo miran a Abraham como figura central y modelo de fe. Pero esta verdad histórica se ve superada con creces en importancia por el hecho de que Jesús negó explícitamente que los seres humanos pudieran recibir la salvación simplemente por ser «hijos de Abraham» (Juan 8:39-59). Jesús le dijo a los líderes judíos que lo rechazaron que el simple hecho de que lo rechazaran revelaba que no eran verdaderos hijos de Abraham, y que no conocían verdaderamente a Dios.
Los cristianos no niegan que los musulmanes conozcan algunas cosas verdaderas sobre Dios. De hecho, en Romanos 1:19-20 Pablo explica que todas las personas tienen algún conocimiento real de Dios por revelación general, de modo que no tienen excusa: «… desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó».
Al hablar en el Areópago en Atenas en Hechos 17, Pablo argumentó que incluso algunos de los propios filósofos y poetas griegos daban evidencia de un conocimiento rudimentario de Dios, pero este no era un conocimiento que pudiera llevar a la salvación, y el apóstol se quebrantó de corazón cuando vio a los atenienses en sus cultos.
Al afirmar que cristianos y musulmanes adoran al mismo Dios, la profesora antes mencionada reivindicó la autoridad del Papa, ya que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia católica romana se ha vuelto cada vez más explícita en su enseñanza de que se puede obtener la salvación aun sin tener una fe consciente y explícita en Cristo. Esta creencia simplemente no es una opción para los cristianos comprometidos con la autoridad de las Escrituras y con el Evangelio tal y como se presenta en el Nuevo Testamento.
Francis J. Beckwith, un destacado apologista y filósofo católico, defendió la afirmación de que musulmanes y cristianos adoran al mismo Dios. En un momento dado, Beckwith argumentó que dos personas podían tener un conocimiento diferente de Thomas Jefferson, aunque conocieran al mismo Thomas Jefferson como tercer presidente de los Estados Unidos. Y continuó en su explicación: «Del mismo modo, Abraham y Moisés no creían que Dios fuera una Trinidad, pero San Agustín, Santo Tomás de Aquino y Billy Graham sí. ¿Significa eso que Agustín, Aquino y Graham no adoran al mismo Dios que Abraham y Moisés? Por supuesto que no».
Sin embargo, esta línea de argumentación elude toda la estructura de promesa y cumplimiento que vincula al Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Abraham y Moisés no podrían haber definido la doctrina de la Trinidad mientras estuvieron en la tierra, pero creyeron que Dios sería fiel a todas sus promesas, y esas promesas se cumplieron solo y perfectamente en Cristo.
Volviendo a Juan 8:56 y 58, Jesús dijo: «Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio y se alegró… Ciertamente les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡Yo Soy!» [énfasis añadido].
Los cristianos evangélicos entienden que, teológicamente, existe un vínculo genético entre el judaísmo y el cristianismo. Por eso, los cristianos debemos sentirnos siempre humildes por el hecho de haber sido injertados en las promesas hechas por primera vez a Israel (Romanos 11:17). Sin embargo, tanto desde el punto de vista histórico como teológico, no existe ningún vínculo genético entre el cristianismo y el islam. El Corán afirma que confesar a Jesucristo como Hijo divino y como la segunda Persona de la Trinidad es cometer blasfemia contra Alá.
Los tiempos difíciles vienen acompañados de preguntas difíciles, y nuestro contexto cultural ejerce una enorme presión sobre los cristianos para que afirmen que hay puntos en común con otros sistemas de creencias, a expensas de las diferencias teológicas. Pero el costo de equivocarse en esta cuestión es la pérdida del Evangelio mismo.
Los cristianos afirmamos la imagen de Dios en cada ser humano y debemos obedecer a Cristo al amar a todas las personas, en todas partes, como a nuestro prójimo. El amor al prójimo también exige que le digamos a nuestro prójimo la verdad sobre Cristo, quien afirmó ser el único camino para conocer verdaderamente al Padre (Juan 14:6).
También debemos entender que la cuestión más básica es la que Jesús respondió con absoluta claridad. No se puede negar al Hijo y adorar verdaderamente al Padre. No hay duda de que el musulmán es nuestro prójimo, pero no hay manera de permanecer fiel a las Escrituras y al Evangelio, y luego afirmar que los cristianos y los musulmanes adoran al mismo Dios.
©2016 R. Albert Mohler Jr. Utilizado y traducido con permiso.
R. Albert Mohler Jr., teólogo y ministro ordenado, es presidente del Southern Baptist Theological Seminary. También es profesor de la cátedra Joseph Emerson Brown de Teología Cristiana en el Southern Seminary y autor de varios libros.