He aprendido que, en ocasiones, orar no es suficiente. Es como si Dios dijera: «¿Qué haces orando? ¡Haz algo!»
Moisés, perseguido frenéticamente por el Faraón, clamó a Dios, quien respondió: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha!» (Éxodo 14:15, NVI).
Tras la ignominiosa derrota de Israel en Hai, Josué, desesperado, se postró en oración ante el Señor, solo para oírle decir: «¿¡Levántate! Qué haces allí postrado? Los israelitas han pecado…» (Josué 7:10-11).
Si escuchamos con el corazón mientras oramos, de vez en cuando, oiremos: «¿Qué haces orando? ¡Haz algo!» Y sabremos qué es lo que debemos hacer. Habrá un error que enmendar, un pecado que confesar, una carta que escribir, un amigo que visitar o un niño a quién mecer y con quién leer.
C.S. Lewis sugirió que al orar, Cristo está a nuestro lado transformándonos. Él escribió: «Es posible que usted se dé cuenta de que, en vez de decir sus oraciones, usted debería estar abajo escribiendo una carta, o ayudando a su esposa a limpiar. Bueno, vaya y hágalo». Y después remarcó: «Creo que a menudo me encuentro a mí mismo orando por los demás cuando debería estar haciendo algo por ellos. Es mucho más fácil orar por un [vecino] aburrido que ir a verlo».
Y así es con nosotros. Debemos estar listos para orar y prestos a obedecer.
© 1974 The Ruth Graham Literary Trust
Extraído con permiso de Growing in Prayer [Creciendo en oración] por Ruth Bell Graham. Revista Decision, mayo de 1974.