Muchos nos hemos hecho esta pregunta en algún momento.
De hecho, el mismo Billy Graham batalló con esta pregunta. Poco después de haber comenzado su ministerio, comenzó a dudar de la exactitud de la Biblia. ¿Realmente se puede confiar en la Biblia? Empezó a preguntarse.
La Biblia está llena de historias sobrenaturales y milagros. Hombres cojos que caminan. Ciegos que ven. Cinco panes y dos pescados que se convierten en una comida para más de 5000 personas. Hombres muertos que se levantan y salen de la tumba.
A nuestras mentes prácticas se les dificulta aceptar que todo esto pueda ser verdadero.
¿Cómo sabemos que no se trata simplemente de folclore inventado? ¿Cómo sabemos que verdaderamente se trata de la infalible Palabra de Dios? ¿Cómo podrían haber sucedido realmente estos sucesos?
Afortunadamente, la Biblia se levanta para enfrentar cada pregunta con una gloriosa proclamación de la verdad.
1. Es una narrativa históricamente precisa.
Los cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, son relatos de testigos oculares de personas que caminaron con Jesús y vieron de primera mano los eventos escritos en esos libros.
Como señaló Billy Graham: «Si [la Biblia] hablara de reyes que nunca vivieron, o batallas que nunca tuvieron lugar, o naciones que nunca existieron, entonces tendríamos razones para dudar de lo que nos dice. Pero este no es el caso. Cuando Lucas escribió su Evangelio, nos dice que “investigó cuidadosamente todo desde el principio”, y lo mismo ocurrió con los otros escritores de la Biblia».
En los libros de historia y en las biografías, los hechos se unen para contar una historia. Los Evangelios hacen lo mismo. Estas historias no son relatos extravagantes y descriptivos como uno podría esperar encontrar en un cuento de hadas o de folclore. Son los relatos detallados de los historiadores.
Tomemos, por ejemplo, este pasaje del Evangelio de Juan:
«Por esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón» (Juan 10:22-23, NVI).
La fiesta de la Dedicación. Invierno. El pórtico de Salomón. Todos son detalles específicos que solo podrían ser incluidos por alguien que estaba allí en ese lugar y contexto histórico, y conocía los detalles de los hechos tal como sucedieron.
2. El Nuevo Testamento fue escrito cuando los testigos oculares aún estaban vivos.
Los historiadores y eruditos están de acuerdo en que el Nuevo Testamento fue escrito entre 40 y 60 años después de la muerte y resurrección de Cristo. Se estima que las epístolas, es decir, las cartas que Pablo y otros autores le escribieron a la iglesia, fueron escritas dentro de los 15 a 25 años posteriores a la muerte de Jesús.
¿Por qué es esto significativo?
Si el Nuevo Testamento fue escrito tan cerca del momento en que los eventos sucedieron, eso significa que fueron escritos y dados a conocer cuando las personas que presenciaron los hechos con sus propios ojos aún estaban vivas. Si los Evangelios fueran falsos, muchos testigos se habrían levantado a denunciar su falsedad.
Sin embargo, todo lo contrario sucedió: el Evangelio se extendió como fuego por todo Israel y el Mediterráneo. Miles lo escucharon y creyeron.
El libro de los Hechos ofrece un ejemplo. Apenas unas semanas después de que Cristo ascendiera al cielo, Pedro se puso de pie en Jerusalén, la misma ciudad donde Cristo había sido crucificado apenas un mes antes, y predicó el Evangelio. Ese día tres mil personas llegaron a conocer a Jesús (Hechos 2:14-41).
Si la muerte y resurrección de Cristo hubiera sido una historia inventada, la gente en Jerusalén probablemente lo habría sabido.
Sin embargo, no lo discutieron. Creyeron.
3. La resurrección de Cristo transformó la vida de los discípulos.
Observemos ahora la vida de los discípulos antes y después de la resurrección de Cristo.
La noche después de que Cristo resucitó de entre los muertos, la Biblia nos dice que todos los discípulos se reunieron en una habitación con las puertas cerradas porque tenían miedo de los líderes judíos (Juan 20:19).
Apenas unas semanas después, vemos a esos mismos discípulos que temían por sus vidas, ahora proclamando audazmente el Evangelio en las calles de Jerusalén.
¿Qué podría haber causado esa maravillosa transformación si no ver, hablar y comer con Jesucristo resucitado? (Leer Juan 20:19-29, 21:1-25 para más información).
Los discípulos no solo fueron perseguidos, sino que muchos fueron ejecutados a causa de su fe. Santiago fue asesinado a espada (Hechos 12:2). Esteban, otro discípulo, murió apedreado (Hechos 8:57). Muchos fueron golpeados y encarcelados (Hechos 8:1-3).
Lo más sorprendente es que hicieron todo esto con alegría. El libro de los Hechos nos cuenta historia tras historia de hombres y mujeres que, a pesar de la persecución, continuaron predicando acerca de Jesús.
La única explicación posible es que la vida de estas personas fue transformada por el Evangelio.
4. Todo descansa en la fe.
En 1949, Billy Graham atravesó una encrucijada en su ministerio. Si no podía llegar a creer realmente que la Biblia era la Palabra de Dios, tendría que renunciar a su ministerio. Meditó mucho y luchó sobre ese asunto y, finalmente, en una caminata nocturna en 1949, clamó a Dios.
Él oró: «¡Oh Dios! Hay muchas cosas en este libro que no entiendo. Hay muchos problemas con él para los que no tengo solución».
Luego dio un paso de fe y dijo: «Padre, voy a aceptar esto como Tu Palabra, por fe. Voy a permitir que la fe vaya más allá de mis preguntas y dudas intelectuales, y creeré que esta es tu Palabra inspirada».
A veces nos encontramos en la misma situación y dudamos de la veracidad de la Biblia. Pero es en esos momentos cuando necesitamos clamar como Billy Graham y creer, con fe, que la Biblia es realmente la Palabra revelada por Dios.