Con la llegada de la Pascua, me parece que la gente tiende a centrar su atención en una de dos cosas. Algunos ponen mucho énfasis en el sufrimiento y la muerte de Jesús en la cruz. Otros quieren pasar lo más rápido posible por el dolor que Cristo soportó en nuestro lugar y centrarse en la esperanza de la resurrección.
Pero para comprender plenamente la obra consumada de Cristo en la cruz, debemos asignar el mismo valor a cada uno de estos momentos cruciales. Combinados, cambian la historia, la vida y la eternidad.
Viernes Santo
En aquél momento, no parecía que el Viernes Santo tuviera algo bueno que ofrecer. De hecho, lo que ocurrió aquel día fue horrible y tortuoso. Jesús fue traicionado por uno de sus mejores amigos, y fue sometido a un juicio ante el gobernador romano Poncio Pilato que fue más bien una farsa.
Fue golpeado y azotado. Se burlaron de Él, le pusieron una corona de espinas en la cabeza y le obligaron a cargar con su pesada cruz. Finalmente, Jesús fue clavado en la cruz, donde su sufrimiento y muerte fueron un espectáculo público.
¿Por qué soportó Jesús tanta agonía? Lo hizo por ti y por mí. Murió por nosotros. La Biblia es clara al respecto. Por amor, Jesús asumió nuestros pecados y pagó el precio por ellos.
La Biblia dice que todos hemos pecado, y que el pecado en nuestras vidas nos ha separado de Dios (Romanos 3:23). También dice que el castigo por ese pecado es la muerte (Romanos 6:23), pero Jesús tomó el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados cuando fue crucificado en la cruz.
Las Escrituras dicen en 2 Corintios 5:21:
«Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios».
2 Corintios 5:21, NVI
Asimismo, 1 Juan 2:2 dice:
«Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo».
1 Juan 2:2, NVI
Domingo de Resurrección
Apenas unos días antes, Jesús había sido escarnecido, golpeado y ejecutado; sin embargo, la muerte no pudo con Él. El Domingo de Resurrección [también conocido como Domingo de Pascua], ¡celebramos que ha resucitado!
Jesús venció al pecado y a la muerte. ¿Qué significa esto? Significa todo. El hecho de que Jesús haya resucitado de entre los muertos —tal como dijo que lo haría— cambió la trayectoria de la eternidad.
Es interesante que en los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) Jesús predijo en varias ocasiones su resurrección de entre los muertos. De hecho, iba a ser la señal que demostraría que en verdad era el Mesías. El hecho de que este acontecimiento realmente ocurriera y quedara registrado en cada uno de estos libros es sumamente importante: tan importante que es la diferencia entre la vida y la muerte; el cielo y el infierno.
Si Jesús hubiera sido solo un líder religioso que fue perseguido por sus enseñanzas y ejecutado por el gobierno romano, sería —tristemente, pero simplemente— uno más en la larga lista de mártires de la historia. Muy probablemente, ni siquiera recordaríamos su nombre dos mil años después.
Pero Jesús no fue un mártir más. Él es el Hijo de Dios, «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6) y venció lo que nadie más habría podido vencer. Venció a la propia muerte. Por eso el apóstol Pablo exclamó:
«… se cumplirá lo que está escrito: “La muerte ha sido devorada por la victoria”. “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”. El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!».
1 Corintios 15:54-57, NVI
La obra consumada de la Cruz
Juntos, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección nos muestran el amor y el poder de Dios: el camino hacia la reconciliación con Él.
En su muerte y resurrección, Jesús tendió un puente entre nosotros y Dios —el puente que une la grieta causada por nuestro pecado— e hizo posible que tuviéramos una relación personal con Él. Ahora, en lugar de temer a la muerte, los que invocamos a Jesús como Salvador podemos entenderla como el comienzo del Cielo y de la eternidad con Cristo. Como dijo Pablo en 2 Corintios 5:8 «Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor».
Si nunca te has arrepentido de tu pecado delante de Dios; si nunca has buscado el perdón de Jesús ni lo has aceptado como tu Salvador, te animo a que lo hagas hoy. Jesús tomó tus pecados y murió por ti. Él pagó la pena que tú no podías pagar. Y más que eso, ¡Él conquistó la muerte y está vivo hoy! ¿Vivirás para Él?