Bruno* intentaba huir de Dios.
Pensaba que si él no quería tener nada que ver con Jesús, tal vez Dios simplemente lo dejaría en paz.
Sin embargo, Dios le demostró que la realidad era muy diferente.
«Cuanto más me alejo de Él, tal parece que algo dentro de mí lo necesita», dijo.
Mientras navegaba por YouTube, Bruno se topó con un sermón de Billy Graham que cambió la trayectoria de su vida para siempre.
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«No importa cuánto hayas pecado, Dios te ama», dijo el evangelista en el video.
Bruno sintió como si le estuviera hablando directamente a él, y aunque quería, no podía apartar la vista de la pantalla.
«No, soy impuro», pensó Bruno. «Jesús puede llamar a gente mucho mejor que yo». Pero a pesar del abrumador sentimiento de inferioridad y de la convicción de su propio pecado, Bruno sintió que Dios lo estaba llamando a rendir su vida a Él.
«Dios, por favor, déjame. Aléjate de mí», oró. Sin embargo, la presencia de Dios estaba con él y era innegable. Podía sentirlo claramente.
Decidió conectarse a internet nuevamente. Esta vez, Bruno fue a la página de evangelismo por internet de la Asociación Evangelística Billy Graham (BGEA, por sus siglas en inglés), y decidió ingresar al chat para conversar con uno de los guías voluntarios.
«Yo no elegí a Jesús», escribió. «Jesús me eligió a mí».
Al igual que la parábola bíblica que relata cómo un pastor dejó 99 ovejas para ir en busca de la que se había perdido, Bruno sintió que Dios había ido a buscarlo a él específicamente (Lucas 15:3-7).
«Creo que eso es cierto para todos nosotros», respondió Eric, el guía voluntario con el que comenzó a hablar en el chat en línea.
A pesar de su maravilloso y sobrenatural encuentro con Dios, Bruno no pudo evitar pensar en todas las dificultades por las que ha pasado en la vida y preguntarse: «¿Por qué Dios me ha quitado todo?». A sus 50 años, Bruno había vivido una vida muy difícil, tenía poco dinero y se sentía solo.
«Es común que tengamos que tocar fondo antes de estar listos para querer recibir a Dios», le dijo Eric.
Mientras charlaban, Bruno compartió: «Me siento tan feliz como si me hubiera ganado la lotería, pero no tengo dinero ni para comprarme un cepillo de dientes». Le contó a Eric que había dado los últimos seis dólares que tenía a una iglesia con el objetivo de ayudar a los demás.
Aunque tal vez tiene poco en esta tierra, Bruno ahora es espiritualmente rico.
«Ahora mi camino es mucho más claro», concluyó con respecto a su nueva vida con Dios.
*Nombre cambiado por razones de privacidad. La persona que aparece en la fotografía no está vinculada a esta historia.