Miramos a nuestro alrededor, y por todas partes hay enfermedad, confusión, dolor, enfermedad, suspiros, llantos y muerte. Pero la resurrección de Jesucristo convierte cada dolor en un aleluya, cada lágrima en una perla y cada medianoche en un amanecer. Pablo habla del Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos, y dice: «Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes…» (Romanos 8:11), entonces, «… los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada» (Romanos 8:18).
Hay varias palabras en las que quiero que meditemos. La primera es la palabra culpa. La culpa que expresamos. «Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:1-2).
Piensa en esas palabras: condenación, carne, pecado, muerte. Es una descripción del mundo actual. Estamos condenados, vivimos según la carne, no según el Espíritu. Y nos encontramos bajo la ley que la Biblia llama aquí ley del pecado y de la muerte.
Dios vence al mal. ¿Y cómo vence Dios al mal? ¡Con el Calvario y la resurrección! Dios convierte todo dolor en un aleluya. «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada» (Romanos 8:18). Como ves, Dios no ha terminado todavía.
Es cierto, está la culpa que expresamos, pero amigo, ¡está la gracia que experimentamos! De nuevo, mira en Romanos 8:1-4: «Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.
»Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu».
¿Qué tipo de gracia experimentamos? En primer lugar, que ya no hay ninguna condena por el pecado. No hay condenación por el pecado para los que están «en Cristo Jesús».
Porque estamos en Cristo, no hay más condenación por el pecado, y el pecado ya no puede controlarnos. Fíjate en lo que dice Romanos 8:2: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte».
Somos pecadores. Pecadores por nacimiento, pecadores por naturaleza, pecadores por elección, y existe ese tirón hacia abajo que la Biblia llama la ley del pecado y de la muerte. Pero aleluya, gracias a la tumba vacía, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte.
Así que está la culpa que exhibimos, pero también está la gracia que experimentamos.
¿Sabes lo que se hacía en la época del imperio romano? Cuando una persona era declarada culpable de un delito, la metían en la cárcel, y luego clavaban en la puerta de la prisión una lista de los delitos que había cometido. Y ponían allí el número de días, meses o años que esa persona debía permanecer en prisión para pagar la deuda. Se llamaba certificado de deuda, y se clavaba en la puerta de la cárcel.
Cuando ese hombre había pagado su crimen contra el Estado, tomaban ese certificado de deuda, y el alguacil iba al juez y le decía: «Aquí está el preso Juan Pérez. El preso Juan Pérez ha pagado íntegramente su delito contra el Estado». El juez tomaba entonces esa cosa llamada certificado de deuda y escribía en él: «Pagado por completo». En griego es una sola palabra: tetelestai, «Pagado en su totalidad». Entonces, el juez se lo entregaba al preso que había sido condenado y, si alguien intentaba alguna vez hacerle caer en un doble juicio, podía mostrar ese certificado de deuda que ahora decía: «Pagado por completo».
Jesucristo llevó mi pecado y tu pecado a la cruz. La Biblia nos dice en Colosenses 2:14 que Jesús tomó el documento de deuda que había contra nosotros y lo clavó en su cruz. ¡Lo clavó en su cruz! Y luego, en Juan 19:30, inclinó la cabeza y murió, y dijo: «¡Consumado es!», todo está cumplido. Es exactamente la misma palabra, tetelestai. [Jesús dice:] ¡He pagado esa deuda de pecado! Está pagada, está pagada por completo. Tomó tu certificado de deuda y dijo: «Está pagada, pagada por completo». Ningún enemigo puede condenarnos. Ningún miedo puede controlarnos. Ninguna falta puede separarnos. Y, Romanos 8:18: «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada».
>> ¿Te gustaría tener la certeza de que Jesucristo ha saldado tu deuda?
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©2021 Love Worth Finding Ministries, Inc. Usado y traducido por la BGEA con permiso.
Las citas de las Escrituras están tomadas de la Santa Biblia, Nueva Biblia de las Américas™.
Este mensaje es una adaptación de «Turning Hurts Into Hallelujahs» [Convertir las penas en aleluyas], sermón 2061 de Love Worth Finding, por Adrian Rogers.
Adrian Rogers (1931-2005) fue profesor, autor y pastor de la Iglesia Bautista Bellevue, en Memphis, Tennessee. Sus enseñanzas han llegado a todo el mundo con las verdades sencillas y eternas de Cristo.
Para más información sobre el ministerio de Adrian Rogers en español visite ElAmorQueVale, o Love Worth Finding Ministries para el ministerio en inglés.
Como obsequio del ministerio lwf.org, visita este enlace para descargar el folleto ¿Por qué la cruz?