«Toda la alabanza sea para Dios… Él nos consuela…» —2 Corintios 1:3-4, NTV
La Biblia enseña, sin lugar a dudas, que es posible superar el dolor. El salmista afirmó: «Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría» (Salmo 30:5). La autocompasión no nos brinda consuelo duradero; por el contrario, solo te traerá más miseria. Un lamento incesante jamás traerá consuelo por sí mismo, porque la pena crea pena. Cuando la tristeza y el dolor son confrontados de una forma cristiana, siempre vendrán integrados con un elemento de consuelo. «Dichosos los que lloran, porque serán consolados» (Mateo 5:4). Los cristianos encontramos consuelo en el dolor, porque sabemos que Cristo está con nosotros. Él ha afirmado: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). El sufrimiento es soportable cuando no tenemos que soportarlo solos; y cuanto más compasiva sea la presencia, menos agudo será el dolor.
Gracias, amado Padre celestial, por la promesa de que cuando lloremos, tú nos consolarás. He sentido la sanidad de tu consuelo en el pasado y sé que nunca me fallarás.