«… cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!» —Salmos 27:14
El desánimo no es nada nuevo. Muchos de los grandes personajes bíblicos se desanimaron. Moisés en el desierto del Sinaí; Elías cuando se enteró de que Jezabel lo estaba buscando para quitarle la vida; y David cuando su hijo Absalón se rebeló contra él. Es algo tan antiguo como la historia de la humanidad.
Siempre hay una causa de desánimo. Muchas veces aparece cuando no conseguimos nuestro objetivo o cuando las cosas no resultan como esperábamos. El desánimo es lo opuesto a la fe. Es el mecanismo de Satanás para estropear la obra de Dios en tu vida. El desánimo no nos deja ver la misericordia de Dios y nos hace percibir solo las circunstancias desfavorables.
Nunca he conocido a nadie que ore a diario y estudie la Palabra de Dios manteniéndose firme en su fe, que haya enfrentado el desánimo durante mucho tiempo.