«¡Dichoso el que siempre teme al Señor! Pero el obstinado caerá en la desgracia». —Proverbios 28:14
Todos los cristianos creen en Dios, pero muchos le dedican poco tiempo. Están demasiado ocupados con asuntos cotidianos como para ponerse a leer la Biblia, orar o ser considerados con sus semejantes. Muchos de ellos han perdido el espíritu del discípulo que muestra celo por su Señor. Si les preguntas si son cristianos, probablemente responderán «creo que sí» o «espero que sí». Es posible que vayan a la iglesia en Pascua, Navidad u otras ocasiones especiales, pero en términos generales, tienen poco tiempo para Dios: lo han excluido de sus vidas.
La Biblia desaconseja el descuido del alma. Corres el riesgo de que se endurezca tu corazón y se seque tu alma hasta perder el apetito por las cosas de Dios. Por tanto, el hambre que debes buscar es un deseo de estar siempre bien con Él. Debes tener conciencia de que buscar la paz para el corazón fuera de Dios es en vano.