«Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad». —1 Juan 1:9
Es lamentable cuando en el matrimonio hay recuerdos sórdidos de pecados pasados de parte de cualquiera de los cónyuges. Si tan solo los jóvenes pudieran darse cuenta de que un matrimonio feliz depende no solo del presente, sino también del pasado, estarían más renuentes a entablar relaciones íntimas a la ligera con cualquiera y con todo el mundo. Más de un matrimonio ha estado en peligro por la respuesta negativa ante los pecados pasados, no solo los que confesaron, sino también los que «descubrieron».
En cuanto a la necesidad de confesar pecados pasados a la pareja, no creo que siempre sea aconsejable o necesario. He conocido hogares destruidos por dichas confesiones. Lo principal es confesar todos los errores pasados delante de Dios, estar decidido a ser fiel a los votos matrimoniales y absolver el pasado oscuro con un presente impecable.