Tienes una lengua y una voz. Esos instrumentos del habla se pueden usar de forma destructiva o de forma constructiva. Puedes usar tu lengua para difamar, quejarte, regañar y pelear; o puedes ponerla bajo el control del Espíritu de Dios y convertirla en un instrumento de bendición y alabanza. Santiago 3:3 afirma: «Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal». Casualmente, cuando nos sometemos a las exigencias de Cristo para nuestras vidas, nuestra naturaleza indómita queda bajo su control. Nos volvemos mansos, controlados y «aptos para el servicio del Maestro».