«… vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí». —Gálatas 2:20
Un día, con un sencillo acto de fe, decidí tomarle la palabra a Jesucristo. No podría haber llegado a Él por medio del intelecto solamente; nadie puede. Eso no significa que rechacemos la razón. Dios nos ha dado una mente y la habilidad de razonar cuando resulta conveniente, pero el paso final y decisivo para acercarse a Dios se da mediante la fe. Yo llegué a Él por fe. ¿Eso sucede cuando una persona arrepentida de sus pecados viene a recibir a Cristo por fe? Solo puedo decirte que eso funcionó en mi propia vida. Algo me pasó. No me volví perfecto, pero la dirección de mi vida cambió. Encontré una nueva dimensión en la vida. Encontré una nueva capacidad de amar que nunca antes había conocido.