«Cristo murió y resucitó con este propósito: ser Señor de los vivos y de los muertos». —Romanos 14:9, NTV
Con una frecuencia maravillosa, la Biblia afirma la resurrección corporal de Cristo. Quizás la más directa de todas sus declaraciones está en el relato de Lucas en el libro de Hechos, donde él comenta: «Después de padecer la muerte, se les presentó dándoles muchas pruebas convincentes de que estaba vivo. Durante cuarenta días se les apareció…» (Hechos 1:3).
¿Qué vamos a hacer con estas «muchas pruebas convincentes»? Alguien le preguntó a mi colega George Beverly Shea cuánto sabía sobre Dios. Él respondió: «No sé mucho, pero lo que sí sé ha cambiado mi vida». Es posible que no podamos llevar todas esas pruebas a un laboratorio científico para ponerlas a prueba; pero si aceptamos todos los hechos de la historia, tendremos que aceptar el hecho de que Jesucristo resucitó de entre los muertos.
Todos los argumentos sobre tu inexistencia son refutados, Señor Jesús, a medida que siento tu presencia cada día. Eso hace que mi alma se regocije al saber que tú, mi Señor viviente, ¡estás conmigo!