«El odio provoca peleas, pero el amor cubre todas las ofensas». —Proverbios 10:12
Odiar y discriminar a aquellos que se ven diferentes, que hablan diferente, que tienen diferente nacionalidad o que actúan de manera diferente al grupo dominante es un rasgo universal de la naturaleza humana. Yo digo que solo hay una posible solución, y hablo de la necesidad de que los miembros de todos los grupos raciales tengan una experiencia con Cristo. Dice la Biblia que la barrera de división es derribada en Cristo. No hay judíos ni gentiles, ni negros ni blancos, ni amarillos ni rojos. Podríamos ser una gran hermandad en Cristo. Sin embargo, si no llegamos a reconocer que Él es el Príncipe de paz y si no recibimos Su amor en nuestros corazones, las tensiones raciales no terminarán.