«Ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo». —Romanos 8:9
Un caballo con arnés contribuye mucho más en la vida que un mono salvaje. La energía fuera de control es peligrosa; la energía bajo control es poderosa. Dios no nos disciplina con el objetivo de someternos, sino para condicionarnos para una vida de utilidad y bendición. En su sabiduría, Él sabe que una vida incontrolada es una vida infeliz, así que Él le pone riendas a nuestras almas descarriadas para que sean dirigidas hacia los «caminos de la justicia». Eso es lo que Dios busca hacer con nosotros; para amansarnos, para tenernos bajo el control adecuado, para redireccionar nuestras energías. Él hace en el reino espiritual lo que la ciencia hace en el reino físico. La ciencia toma un enorme río con sus violentas turbulencias y lo transforma en energía eléctrica para iluminar un millón de hogares y para girar las ruedas productivas de la industria.