«Pero gracias a Dios ustedes ahora son de Cristo Jesús, a quien Dios ha constituido como nuestra sabiduría y nuestra justificación...».
—1 Corintios 1:30, RVC
Cada vez más estoy más convencido de la gran verdad de que, así como las ideas cambian a la gente, la gente también cambia a la gente. El poder de la personalidad es fuerte. Uno podría encontrar muchos ejemplos para demostrar que, a menudo, la personalidad es más importante que las ideas. Tal es el caso con el cristianismo. El secreto del poder del cristianismo no está en su ética. Tampoco está en las ideas cristianas ni en la filosofía —si bien es cierto que el cristianismo tiene un conjunto de ideas filosóficas—. El secreto del cristianismo se encuentra en una persona: el Señor Jesucristo. Los seres humanos descubrieron otros sistemas filosóficos y éticos, pero no han encontrado otro Jesucristo. Nadie en la historia puede igualarlo.