«Jesucristo dio su vida por nuestros pecados…». —Gálatas 1:4
Hace muchos siglos, el rey Carlos V recibió en préstamo una gran suma de dinero de parte de un mercader en Amberes. El pagaré se venció, pero el rey estaba en quiebra y no podía pagar. El mercader ofreció un gran banquete en honor del rey. Cuando todos los invitados estaban sentados y antes de que se sirviera la comida, el mercader puso una bandeja grande sobre la mesa y prendió fuego sobre ella. Luego, sacó el pagaré de su bolsillo y lo sostuvo sobre las llamas hasta que fue reducido a cenizas. El rey abrazó a su benefactor y lloró.
De forma similar, nosotros hemos sido hipotecados a Dios. Nuestra deuda se venció, pero no podíamos pagarla. Hace 2000 años, Dios invitó a todos a la fiesta del Evangelio; y en la agonía de la cruz, Dios sostuvo tus pecados y los míos hasta que se consumió todo el rastro de nuestra culpa.