«Sirvan de buena gana, como quien sirve al Señor…» —Efesios 6:7
Un verdadero sacramento no es una simple creencia, ordenanza o protocolo, sino una vida de servicio a Dios y a la humanidad. La oración más elocuente es la oración que se hace a través de manos que curan y bendicen. La forma más elevada de adoración es la del servicio cristiano desinteresado. La máxima expresión de alabanza es el sonido de los pies consagrados que buscan a los perdidos y a los desamparados.
Nuestra fe debe tener una manifestación externa y práctica en este mundo presente, o nunca sobrevivirá el mundo venidero. Los fariseos ponían el máximo esfuerzo en las apariencias, pero no así en el servicio a los demás. Necesitamos menos palabras y más obras caritativas; menos discusión y más piedad; menos repetición de credos y más compasión.
Tanta palabrería no me permite escuchar los gritos de ayuda. Confieso que soy culpable de eso, Señor. Quiero adorarte en todo lo que haga. Ayúdame a servir a otros con tu misericordia.