«Pero, cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo…» —Gálatas 4:4
La Navidad no es un mito, tampoco una tradición, ni mucho menos un sueño. Es una realidad gloriosa. Es un tiempo de alegría. El pesebre de Belén se convirtió en el vínculo que unió un mundo perdido con un Dios amoroso. De ese pesebre vino un Hombre que no solo nos enseñó una nueva forma de vivir, sino que nos introdujo a una nueva relación con nuestro Creador. La Navidad significa que Dios está interesado en los seres humanos, que Él nos ama tanto que estuvo dispuesto a dar a su Hijo.