«En todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». —Romanos 8:37, NTV
El problema principal que nuestro mundo enfrenta no es la desigualdad social, la falta de educación o el hambre. Al observar a la humanidad encontramos que aun las personas que han recibido educación superior y aquellos que nunca han padecido escasez de alimentos sufren codicia, odio y lujuria, mismos que ni la educación ni la abundancia de recursos pueden eliminar. La raíz del pecado en cada uno de nuestros corazones es profunda, y esa es la causa principal de los problemas del mundo. Solo el fuego del Señor puede quemarla y erradicarla.
Eso es precisamente lo que Cristo vino a hacer. Él no vino a tratar síntomas: Él vino a destruir la enfermedad del corazón humano desde la raíz.