«Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del Señor...» —Salmos 84:2, LBLA
La soledad es uno de los mayores problemas que la gente enfrenta hoy en día. Es un problema que conduce incluso al suicidio, que ahora es el tercer principal asesino de estudiantes en Estados Unidos. La gente siente diversos tipos de soledad. Algunas de las más comunes son la soledad causada por el aislamiento y la soledad provocada por el sufrimiento. En la sociedad, muchas personas viven en soledad; y existe la soledad de la tristeza, la de la culpa y la del juicio.
Todos sentimos a veces una «soledad de Dios». Alguien lo ha denominado «soledad cósmica». No sabemos bien lo que es. Nos vuelve intranquilos.
Lo que sucede es que el hombre fue hecho para tener una relación con Dios; y sin Dios, el ser humano es un solitario, aun si está rodeado de gente. Sin embargo, Jesús toca la puerta de nuestros corazones y nos dice que le dejemos entrar. Él quiere entrar en nuestros corazones, pero no se abre paso a empujones. Nosotros tenemos que abrir la puerta e invitarlo a entrar; y cuando lo hacemos, Él viene a vivir en nosotros para siempre y nunca más nos sentiremos solos.
Señor Jesús, recuerdo la agonía de mis días sin ti. Llévame a compartir tu amor con personas solitarias que también necesitan experimentar el gozo de tu compañía.