«Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados…» —1 Pedro 2:24
Toda la vida es una lucha: esa es la naturaleza de las cosas. Incluso dentro de nuestros cuerpos físicos, según nos dicen los médicos, se produce un conflicto por la supremacía. Las bacterias en nuestro torrente sanguíneo llevan a cabo una constante guerra contra gérmenes extraños. Los glóbulos rojos luchan con los glóbulos blancos constantemente con el fin de mantener la vida dentro del cuerpo. También se libra una batalla en el reino espiritual. La Biblia afirma que «Luchamos contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas» (Efesios 6:12). Las tinieblas aborrecen la luz. Tengo un perro que prefiere desenterrar un hueso enmohecido para mordisquearlo, en lugar de tener la comida más fina y limpia. No puede evitarlo, esa es su naturaleza. Los seres humanos no pueden evitar su naturaleza a responder a lo lujurioso, lo lascivo y lo vil. Les costará hacer lo contrario hasta que nazcan de nuevo. Hasta que sean cambiados por el poder de Cristo, es probable que sigan en enemistad con aquellos que andan con Cristo.
Cuando considero la obra de Jesús en este mundo y que finalmente condujo a su sacrificio supremo, te pido que todo mi trabajo el día de hoy te glorifique, mi amado Salvador.