«Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir…». —1 Timoteo 4:12
Lord Chesterton declaró una vez: «Yo creo en el arrepentimiento en la cama del enfermo, pero no quiero confiar en ello». Durante una enfermedad grave, la mente de una persona no funciona con normalidad. Arreglar las cosas con Dios es algo que uno debe hacer cuando goza de plena salud. Sin embargo, en lo que al Señor se refiere: «La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír» (Isaías 59:1). Él nos ama de la misma forma en la enfermedad o en la salud; mientras vivimos o morimos. En mi experiencia personal no he conocido a mucha gente que haya encontrado a Cristo en su lecho de muerte. Cuando venimos a Cristo en nuestra juventud, se salva una vida. Cuando llegamos a Él en la vejez, se salva un alma y se asegura la vida eterna, pero se ha perdido la oportunidad de vivir una vida para Cristo.
Señor Dios, pon una carga en mi corazón por alcanzar a los jóvenes que apenas están comenzando su vida, y a los ancianos que temen el final de su vida. Permíteme anunciarles el mensaje de tu amor que salva.