«Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén…» —Lucas 2:45
Será mejor aceptarlo: el conflicto se ha infiltrado incluso en nuestras iglesias. Es cierto que la iglesia ahora es la iglesia militante. No obstante, como tal, su batalla debería ser la de la dedicación a la verdad revelada y la santidad divina, y no las riñas internas ni las disputas carnales.
Leemos en el segundo capítulo de Lucas que José y María perdieron de vista a Jesús un día. ¿Dónde lo perdieron? Lo perdieron en el sitio más improbable de todo el mundo: en el Templo. He visto a mucha gente perder de vista a Jesús justo dentro de la iglesia. Los he visto perderlo de vista en una disputa sobre quién debe ser el director del coro, sobre quién debe tocar el órgano, sobre quién debería formar parte del grupo de ancianos, o sobre quién debería ser el ministro. Sí, aunque seamos cristianos, debido a que somos humanos, ¡es fácil perder de vista a Jesús justo en el Templo!