«De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios…». —Lucas 2:13
Cuando en esta época del año les deseamos a nuestros amigos una «Feliz Navidad», es imprescindible darnos cuenta de que la verdadera felicidad del corazón depende del reconocimiento de la verdad de que Cristo nació en Belén para nuestra salvación. La palabra «feliz» proviene del latín felix, idioma en el cual el concepto «feliz» podía expresarse originalmente en tres adjetivos: fortunatus, «colmado de suerte y fortuna»; felix, «beneficiado por la fecundidad»; y beatus,«colmado de bienes o riqueza» o «bendecido».
Es en este sentido que Jesús emplea las palabras «felices», «dichosos» o «bienaventurados» cuando enseña las Bienaventuranzas a Sus discípulos. Según los criterios bíblicos, los individuos que el mundo considera pobres y desafortunados son en realidad bienaventurados, y pueden alegrarse y regocijarse a pesar de todos sus sufrimientos. El cristiano debe participar de esta felicidad espiritual al considerar que, mediante la redención, se convierte en hijo de Dios. La Biblia enseña que los ángeles estaban felices cuando Cristo nació.