«¡Alaben al Señor; alaben a Dios nuestro salvador! Pues cada día nos lleva en sus brazos». —Salmos 68:19, NTV
El escritor Edward Dahlberg señaló: «A los 19 años, descubrí que yo era un extraño para mí mismo. A los 40, me pregunté: “¿Quién soy?”. A los 50, llegué a la conclusión de que nunca lo sabría». Este desierto personal inexplorado es el hogar de millones de personas. El noventa y nueve por ciento de los universitarios canadienses no sabe quién es, según argumenta June Callwood, una socióloga de Toronto.
La Biblia afirma que el ser humano es un alma inmortal. Cuando Dios hizo al ser humano, Él lo creó y «sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente» (Génesis 2:7). El alma es la esencia, el centro; es la persona eterna y real, misma que estará inquieta e intranquila hasta que abra su vida a conocer a Jesucristo como Salvador y Señor.