«… yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!» —Habacuc 3:18
¡Se supone que los cristianos son personas felices! Nuestra generación se ha vuelto muy versada en la terminología cristiana, pero es descuidada en la práctica real de los principios y las enseñanzas de Cristo. Por lo tanto, nuestra mayor necesidad hoy no es más cristianismo, sino que haya más cristianos verdaderos. El mundo puede protestar contra el cristianismo como institución, pero no existe un argumento convincente contra una persona que, mediante el Espíritu de Dios, ha sido conformada a la semejanza de Cristo. Tal persona es una reprimenda viviente al egoísmo, el racionalismo y el materialismo del mundo de hoy. Jesús le dijo a la mujer en el pozo de Jacob: «El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás». Esta mujer desilusionada y enferma de pecado era el símbolo de toda la raza humana. ¡Sus anhelos eran nuestros anhelos! ¡Su clamor profundo era nuestro clamor profundo! ¡Su desilusión era nuestra desilusión! ¡Su pecado era nuestro pecado! No obstante, ¡su salvador puede ser nuestro Salvador! ¡Su perdón puede ser nuestro perdón! ¡Su gozo puede ser nuestro gozo!