«Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas…» —Génesis 28:15
Cuando Jesús pronunció sus palabras de consuelo en los primeros versículos del capítulo 14 del Evangelio de Juan al concluir con: «Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy» (Juan 14:4), Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino?» (Juan 14:5). Jesús le respondió con una declaración que resonará por toda la eternidad. Fue maravillosamente sencilla, pero bastante profunda. Su significado a primera vista estaba claro para todos y, sin embargo, los grandes teólogos nunca han conseguido extraer su profundidad por completo. Esta es esa declaración: «Yo soy el camino, la verdad y la vida… Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14:6).
En un movimiento majestuoso, estas palabras silenciaron las dudas de Tomás y trajeron consuelo y paz a los corazones de los demás discípulos. Dentro de la maravilla de esa frase autoritaria de los labios del Hijo de Dios, había suficiente consuelo para calmar los sufrimientos de los atormentados, suficiente sabiduría para satisfacer a los que anhelaban comprensión y suficientes fuerzas para poner en marcha el gran movimiento cristiano.