«Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús». —Filipenses 4:19
Si el ser humano tiene hambre de comida, Dios envía el sol y la lluvia sobre los campos dorados de grano. El grano se convierte en harina y la harina en pan, y queda satisfecha su hambre física. Si tiene hambre de amor, Dios enciende el fuego del afecto en otro corazón y los dos corazones se complementan en los lazos del sagrado matrimonio.
Si tiene hambre de conocimientos, Dios levanta instituciones educativas, llama hombres para que sean profesores, pone el deseo de donar en los corazones de personas adineradas; y así las personas satisfacen su sed de conocimientos. Si tiene hambre de compañerismo, Dios le permite construir ciudades donde la humanidad pueda compartir su industria, su conocimiento y sus habilidades.
¡No me digas que Dios puede darnos todos los bienes materiales en abundancia y aun así dejarnos morir de hambre espiritualmente! Dios satisfará el hambre y la sed de aquellos que desean su justicia porque Él ama al mundo con un afecto inquebrantable.