«Dios ama al que da con alegría». —2 Corintios 9:7
La bendición más grande de dar no está en el lado financiero de la balanza, sino en el lado espiritual. Tú recibes la sensación de ser honesto con Dios. Recibes una conciencia de que estás en comunión con Dios, que estás haciendo algo constructivo y que estás trabajando junto a Él para alcanzar al mundo para Jesucristo. También aprendes a no aferrarte a los bienes de este mundo porque los valores eternos siempre están a la vista. ¿Cómo ofrendas? ¿Ofrendas con benevolencia y alegría? ¿O con frugalidad y de mala gana? Si has estado dándole a Dios las sobras de tus bienes y tu vida, has perdido la verdadera alegría y la bendición de dar y vivir la vida cristiana.