«Pues en él vivimos, nos movemos y existimos». —Hechos 17:28, NTV
Cuando tenía siete años, mi padre me compró mi primera bicicleta. Nunca había montado una. Con paciencia, mi familia y mis amigos trataron de enseñarme los fundamentos del ciclismo. Pronto descubrí que había una cosa que tenía que hacer si iba a mantenerme en la bicicleta: seguir avanzando. Si dejaba de avanzar, me caería y me lastimaría. Así es en la vida cristiana. Nunca podremos vivir esta vida en el plano más elevado a menos que crezcamos y avancemos continuamente. Es hoy cuando tienes que acercarte a Dios hoy en corazón, alma y cuerpo, más que en cualquier otro momento hasta ahora en tu vida.