«Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu». —Gálatas 5:25
Cuando Bill Borden, hijo de la acaudalada familia Borden, decidió irse a China como misionero, muchos de sus amigos pensaban que era absurdo que «desperdiciara su vida» (como dijeron ellos) tratando de convertir paganos al cristianismo. Sin embargo, ¡Bill amaba a Cristo y a las personas! Al poco tiempo de estar allí, contrajo una enfermedad común en la región y murió. En su cabecera encontraron una nota que había escrito mientras se estaba muriendo. Esta decía: «Sin reservas, sin marcha atrás y sin remordimientos». Bill encontró más felicidad en sus pocos años de servicio sacrificial de lo que la mayoría de la gente encuentra en toda su vida.