«Dios (…) los ha invitado a que tengan comunión con Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor». —1 Corintios 1:9, NTV
La pregunta sigue siendo: «¿Cómo podría Dios ser justo, es decir, fiel a sí mismo en naturaleza y fiel a sí mismo en santidad, y sin embargo justificar al pecador?». Dado que cada ser humano tenía que cargar su propio pecado, toda la humanidad fue excluida de la posibilidad de ayudar a otros, puesto que cada uno estaba contagiado con la misma enfermedad. La única solución era que una persona inocente se ofreciera para morir física y espiritualmente en sustitución delante de Dios. Esa persona inocente tendría que llevar el juicio, el castigo y la muerte de la humanidad. Sin embargo, ¿dónde había un individuo así? Sin duda alguna, no existía nadie en este mundo. Solo había una posibilidad. El propio Hijo de Dios era la única persona en el universo que tenía la capacidad de llevar en Su propio cuerpo los pecados del mundo. Solo el Hijo de Dios era infinito y, por tanto, capaz de morir por todos.