Los fariseos no eran felices. Tenían ceños fruncidos, tensión nerviosa y frustración. Estaban llenos de resentimientos, amarguras, prejuicios y odios. ¿Por qué? Simplemente porque habían perdido de vista la concepción de Dios acerca de la pureza de corazón. Pensaban que siempre y cuando guardasen la ley escrita, eso sería suficiente. No obstante, ese no era el plan de Dios. Eso no producía pureza de corazón. Eso no daba lugar a la felicidad del alma. Jesús enseñó que Dios mira más allá de las acciones externas de un individuo. Él examina y sondea el corazón. Dios no juzga tanto el exterior como el interior. Él mira los motivos, los pensamientos y las intenciones de tu corazón.